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Actualizado: 25 de julio de 2025
La retirada se convirtió en huida muy pronto. Tal como un rebaño de ciervos huye y se desbanda perseguido por los chacales, así los hijos generosos de Lancia huyeron aquella noche memorable, perseguidos por los civiles sedientos de sangre. El suelo quedó sembrado de instrumentos de bronce, testigos de la afrenta.
La acción de la primera, prescindiendo de otros sucesos mezclados con ella, es la siguiente: Habiendo guerra entre Castilla y Aragón, Don Pedro, Príncipe de este último reino, se dirige clandestinamente á la corte castellana para pretender la mano de la princesa Elena, siendo descubierto por un espía y hecho prisionero, y librándose por la intercesión de la Princesa, que huye con él á Zaragoza.
Las ballenas y cetáceos no desdeñan semejante presa; persíguenla, se introducen en los bancos; con sus bocazas absorben por toneladas el enjambre infinito que sin disminuir por eso huye en dirección de las costas. Allí se opera otro género de destrucción mayor todavía. La pescadilla se llena, se harta de arenques y engorda; otro tanto sucede con el abadejo.
19 como el que huye de delante del león, y se topa con el oso; o si entrare en casa y arrimare su mano a la pared, y le muerda la culebra. 20 ¿No [será] el día del SE
Sin embargo, ocurre que el sol, que tiene celos del agua, a la que también adora, sorprende a los dos amantes y se pone furioso. «¡Ah! exclama en ese tono con que se dicen estas cosas en las comedias ¡ah! ¿Conque estás hablando de amores con la sal? ¿Conque la has hecho salir de su cárcel, donde estaba encerrada por orden mía? ¡Pues yo voy a castigarte!» Y entonces el sol, que es un hombre terrible, manda un rayo feroz contra el agua; la cual, como es tan inocente, tan medrosica, abandona a la sal y huye toda asustada.
Que, puesto que no huye ni se esquiva de la compañía y conversación de los pastores, y los trata cortés y amigablemente, en llegando a descubrirle su intención cualquiera dellos, aunque sea tan justa y santa como la del matrimonio, los arroja de sí como con un trabuco.
Ya puedo espirar. MANRIQUE y LEONOR MANRIQUE. Te encuentro al fin, Leonor. LEONOR. Huye; ¿qué has hecho? MANRIQUE. Vengo a salvarte, a quebrantar osado los grillos que te oprimen, a estrecharte en mi seno, de amor enajenado. ¿Es verdad, Leonor? Dime si es cierto que te estrecho en mis brazos, que respiras para colmar hermosa mi esperanza, y que extasiada de placer me miras. LEONOR. ¡Manrique!
El vencedor se echa sobre él y canta en señal de victoria, no siendo extraño que el herido se levante y se vuelva contra su enemigo, y si este huye, como sucede algunas veces, pierde y es condenado á ignominiosa muerte, desplumándole y colgándole de esta suerte fuera de la gallera.
Monté el «poney»; y a un «¡hurra!» de los cosacos, entre la heróica agitación de las lanzas, partimos a galope por la polvorienta planicie, porque ya la tarde declinaba, y las puertas de Pekín se cierran apenas el último rayo de sol huye de las torres del Templo del Cielo.
El tiempo huye rápido a bordo de El Gavilán: todo es locura, arrebato, delirio. De prisa, de prisa, gozad de la vida, que ella es corta. Los malos días son frecuentes; ¡quién sabe si el de hoy no tendrá mañana para vosotros! Divertíos, pues, asid el placer allá donde le encontréis.
Palabra del Dia
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