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Actualizado: 25 de julio de 2025


Leonido se prepara á arrancar á Marfisa de su triste morada, cuando acude colérica la furia Megera, evocada del Infierno por Argante, y huye, llevándose por los aires á Marfisa entre tempestades y terremotos. En el acto segundo reina la mayor tranquilidad.

Otras veces la muger huye de su marido, y se va á su galan, el cual, si es mas poderoso, ó de casa mas alta que su marido, obliga á este á estarse quieto, y aguantar la afrenta, y pérdida de su muger; á menos que algun amigo mas poderoso, no haga que el galan la restituya, ó componga la materia, en que por lo comun se acomodan facilmente.

Espántase, huye de allí; y por ser el más cercano, según su cuenta, da en el pueblo del narrador y refiere lo que ha visto. Acude éste allá por su cargo, acompañado en debida forma, y resulta verdad lo denunciado por el pastor. Tres eran, en efecto, los cadáveres, y de personas bien conocidas en el lugar, y bien pertrechados iban de armas de fuego... y hasta de cuerdas y navajas.

Fernando huye de la justicia, que le persigue, y pide auxilio al primer caballero que encuentra, el cual no es otro que su rival el marqués Don Fadrique, que le promete ampararlo, como era de esperar de su hidalguía, y le presta su capa para que se disfrace y no lo conozcan.

En breve se encontró con el navio, Que estaba en una vuelta ya esperando: La noche se apresura, el viejo Apolo Nos huye, y viene airado el grande Eolo. En un punto vereis que se levanta Un sur tan riguroso, que atormenta Con su grave furor cualquiera planta, Y fuera del lugar propio la abrenta.

Luego, señor D. Salvador, me dice adiós con la mano derecha, y se aleja, huye, desaparece, se disipa como una sombra entre los almendros.... Me quedo yerto, miro a mi casa y mi casa... créalo usted... se echa a reír... yo no cómo era esto; pero lo cierto es que ella se reía, se reía.... Y ahora nos reímos nosotros.

Era como sois todas las mujeres nacidas abajo, Sagrario. Vuestra hermosura dura un momento: únicamente se sostiene en pleno estallido de la juventud. La hembra del pobre no puede ser hermosa si no huye de su clase. El hambre y el trabajo son enemigos de la belleza. La labor diaria la hace perder su frescura y su fuerza. La maternidad en plena miseria le absorbe hasta la médula de los huesos.

Vete, huye a América... eres joven, valiente... No, yo le vengaré... aquí. Blasillo, te lo prohíbo; ejecutarás mis órdenes. Usted será vengado.

, señor, enemigo de Dios y de los hombres... Es decir, de Dios desgraciadamente no puedo serlo, porque no existe. Si existiera, a juzgar por sus obras, sería un Dios bien perverso. No pudiendo serlo de Dios, lo soy de los hombres, no para hacerles daño, sino para huir de ellos como se huye de las bestias feroces. Desde que nací me han hecho experimentar muchos dolores.

Quevedo se fué derecho á la puerta y miró detrás de ella. Encontróse en un ángulo con el cocinero mayor, encogido y contrariado. Quien huye, teme dijo Quevedo. Pues no, no dijo saliendo Montiño por qué deba yo temeros. Vos debéis haber venido aquí para algo malo. ¿Yo? por cierto, y ya á lo malo que habéis venido. A traer una carta del duque de Lerma á la abadesa. ¡Cómo! ¡qué!

Palabra del Dia

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