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Actualizado: 19 de julio de 2025
En el ánimo de Luis han hecho honda impresión esta vida y esta muerte ejemplares de un hombre, menester es confesarlo, simple y de cortas luces, pero de una voluntad sana, de una fe profunda y de una caridad fervorosa. Luis se compara con el vicario, y dice que se siente humillado. Esto ha traído cierta amarga melancolía a su corazón; pero Pepita, que sabe mucho, la disipa con sonrisas y cariño.
Este hombre esquelético admiraba con un entusiasmo concentrado, casi religioso, la desbordante exuberancia femenina como signo de salud, buen honor y virtudes domésticas... Pero Montaner, que se consideraba humillado por el silencio en que le dejaban sus compañeros, interrumpió a Manzanares.
Apenas un joven sabe tener el pincel, la pluma ó el cincel en la mano, ya se juzga en la necesidad de crear algo original, cuando no extraño ó inaudito: se creería humillado siguiendo la inspiración y los procedimientos de otro artista, por grande que sea.
Cuando creía sometida a la hembra en fuerza de amorosas generosidades, estallaba la orden imperiosa, el despego de la repugnancia física. Márchate. Necesito estar sola. Ya sabes que no puedo aguantarte. Ni a ti ni a nadie. ¡Los hombres! ¡qué asco!... Y Gallardo emprendía la fuga humillado y triste por los caprichos de esta mujer incomprensible.
Su hermana la había humillado, su hermana se enfadaba de que quisiera tanto al sobrinito. ¿Y aquello qué era sino celos?... Pues cuando ella tuviera un chico, no permitiría a nadie ni siquiera mirarle... Recorrió el espacio desde la calle de las Hileras a la de Pontejos, extraordinariamente excitada, sin ver a nadie. Llovía un poco y ni siquiera se acordó de abrir su paraguas.
Abominables sentencias, infames propósitos, conjuros del infierno, estaban grabados en mi pecho, como en lámina de bronce, pero con tinta invisible, que sólo el reactivo de los celos ha hecho patente para mi vergüenza. »El cielo ha humillado mi soberbia. Yo me estimaba en más, en muchísimo más de lo que soy.
Su orgullo, en su sentir humillado, le hería el corazón y no le dejaba dormir. ¿Conque no podría ella, por sí misma y libre, hacerse respetar? ¿Sería menester acudir a don Paco para que la defendiera, comprometiéndose? ¿Tendría razón doña Inés en aconsejarle que fuese monja? ¿Eran tan viles sus antecedentes que no podría ella ser estimada y acatada sino bajo la protección y tutela de un hombre generoso que le tendiese la mano y la sacase del fango en que al parecer había vivido?
Lo primero fue insensatez; lo segundo pedía venganza. Don Juan iba excitándose por grados. ¿Qué sería aquello? ¿Vanidad herida, amor propio humillado, capricho incompletamente satisfecho? Cristeta le ocupaba el ánimo, le absorbía la voluntad y le llenaba el pensamiento.
El buque alemán pasó entre ellos empequeñecido, humillado, acelerando su marcha. «Cualquiera diría pensó el joven que tiene la conciencia inquieta y desea ponerse en salvo.» Cerca de él, un pasajero sudamericano bromeaba con un alemán. «¡Si la guerra se hubiese declarado ya entre ellos y ustedes!... ¡Si nos hiciesen prisioneros!» Después de mediodía entraron en la rada de Sóuthampton.
Pero no pareció poco ni mucho humillado, como si el ignorar tales cosas no valiese la pena de fijar la atención. Y la plática volvió, es claro, a rodar sobre caballos. El conde preparaba dos para las próximas carreras. De allí, como por la mano, entramos otra vez en el terreno de los toros, y de nuevo tuve ocasión de admirar los conocimientos del prócer y la afición.
Palabra del Dia
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