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Actualizado: 19 de julio de 2025


Los seres orgullosos sienten remordimientos por una acción que en su concepto los ha humillado, como los justos cuando han faltado a la humildad. En su interior confesaba que había dado un paso en falso.

Cada atlota podía bailar con varios hombres sin esfuerzo alguno, rindiéndolos. Era el triunfo de la pasividad femenil, que sonríe ante la jactancia arrogante del sexo contrario, sabiendo que acabará por verlo humillado... La salida de la primera pareja pareció arrastrar a los demás.

Y cuando le vio venir del Cuartel Real, corrido y humillado, tuvo la señora una alegría tal que con dificultad podía disimularla.

La joven vió como se alejaba su novio, humillado y cabizbajo. Después subió á su cuarto, esperando de un momento á otro la temible aparición de su madre encolerizada. No subió. Pepita creyó oír á lo lejos su voz temblona de ira y la del aña que le contestaba con no menos acritud.

Clementina las escuchó en la misma actitud altanera. No se dejó ablandar hasta que le contempló bien humillado, pidiéndole de rodillas, como precioso favor, aquel mismo arreglo que hacía un instante había calificado de infamia y asquerosidad. Por aquellos días la dama experimentó una rabieta tan viva que estuvo a punto de enfermar. Y no le faltó motivo.

Estoy más humillado de lo que puedo decir por este lío de conciencia. sabes si adoro a Luciana por su belleza soberbia, por su naturaleza independiente y franca y por su modo de conquistarme, pues fue ella la que me conquistó con la confesión espontánea de una preferencia que yo no sospechaba.

Salúdalo con respeto y efusión; suplícale que pase la noche en la ciudad, donde el Gobierno se prepara a hospedarlo dignamente. «¡Caballos necesito!», es la breve respuesta que da Quiroga. «¡Caballos!», replica a cada nueva manifestación de interés o solicitud de parte de Reinafé, que se retira al fin humillado, y Facundo parte para su destino a las doce de la noche.

Y Muñoz, tras la actitud altiva y seria del semblante, se sentía humillado, abatido, incapaz de afrontarla. No sabes, Charito, continuó Adriana, cuántas ideas pesimistas han pasado por mi cabeza, en estos días... Me puse a reflexionar en la dicha, en la tontera de la vida, en esta ternura que se tiene en el corazón para no qué, para nada.

Tales eran mis placeres, y tal era mi amor por la soledad, que si los hombres, de quienes me afligia el ser hermano, se encontraban a mi paso, me sentia humillado y degradado, hasta no ser ya, como ellos, sino una criatura de barro.

Pero él rechazaba con indignación estos discursos, reconociendo la elocuencia acomodaticia del Tentador. En cuanto a Beatriz, no había para qué seguir pensando en ella. Lo que él buscó ya estaba conseguido. Había humillado a su rival y mostrádole que, si él lo quisiera, la hija de Blázquez Serrano sería su desposada. ¿A qué más?

Palabra del Dia

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