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Actualizado: 19 de julio de 2025
Bien por D. Acisclo dijo Pepe Güeto. Y vaya si tiene razón: ya sabe él dónde le aprieta el zapato añadió doña Manolita. No, sino pónganme el dedo en la boca exclamó don Acisclo , y verán si muerdo o no muerdo. Pues qué, ¿un hombre de mis millones, y con un sobrino tan notable, ha de estar toda su pícara vida humillado por ese tunante de D. Paco, a quien da el diputado cuanto pide y más?
De estos viajes volvía humillado, con los ojos llenos de lágrimas. Tenía en la frente la huella negra de un golpe; su chaqueta estaba desgarrada. Eran rastros de un débil intento de oposición durante la ausencia del dueño al iniciar los alemanes el despojo de establos y salones. El millonario se sintió ligado por el infortunio á unas gentes consideradas hasta entonces con indiferencia.
Clara estaba orgullosa de su hermano. Este orgullo inspiraba celos a Tristán, que se sentía humillado. Aunque tenía la consideración de no contradecir estas expansiones del cariño fraternal guardaba, cuando estallaban, un silencio desdeñoso, y este silencio hería a su vez a Clara.
Sintió Cervantes una tan indecible amargura, un tal desgano de la vida, una tal cosa horrenda y nunca de él sentida, que no se sabe lo que en la desesperación de verse así menospreciado, así perdido, así humillado, hubiera pasado por él.
Le había interrogado a él sobre lo que yo le conté, y, al cerciorarse de que era verdad, se sintió humillado, porque sus aventuras eran completamente vulgares en comparación de las nuestras. Avisé a Allen y a Ugarte que nos teníamos que marchar. ¿Y por qué? preguntó Ugarte, echándoselas de sorprendido. Por nada.
Apolonio, que ya le conocía y le estaba espiando desde dentro de la tienda, se sintió, por misteriosa manera, humillado. Ahito y ebrio con el éxito, ¿qué le importaba a él la expresión hipócrita y maligna del ya desbaratado rival?
Quedó tan desconcertado y humillado por este movimiento retráctil, que no supo qué decir. Ella aprovechó su silencio para seguir hablando, pero como si tradujese á solas una pesadilla, como si no viera al hombre que estaba ante sus ojos. Cuando me acuerdo... ¡qué vergüenza!
Pero si brilla y descuella intelectual y físicamente entre sus compañeros, los hijos de familia de la fofa aristocracia del lugar miran por encima del hombro al hijo de la cómica. ¿Cuánta no ha de haber sido la hiel que tuvo que devorar este sér exquisito, humillado por un origen del cual en días posteriores habría orgullosamente de gloriarse?
¡Vete, vete, o te abofeteo!... Jamás vuelvas aquí. Y para dar más fuerza a estas palabras cuando Rafael, humillado y sucio, salió del huerto, Leonora cerró tras él la verja de madera con tan brutal ímpetu, que casi hizo saltar los barrotes. Doña Bernarda mostrábase contenta de su Rafael.
Y ante tan máximo grado de maravilla, se sentía humillado y casi ofendido, diciéndose que cuanto mayor fuese la superioridad de esa mujer, mucho más difícil le sería acercarse a ella y tanto más insignificante o indigno debía juzgarse.
Palabra del Dia
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