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Procediendo por inducción, le llevó luz y un vaso de agua. Pero don Roque se enfureció, tiró el vaso al suelo, gritó como un energúmeno. Imposible, no obstante, averiguar qué querían decir aquellos rumores huecos, temerosos, infernales, que nacían en su garganta, y antes de salir se reflejaban con terrible resonancia cuatro o cinco veces en las paredes de su enorme cavidad bocal.

Pero... que no me salieran tan caras; porque... ¿En qué quedamos? ¿Cuánto le doy? ¿Diez, doce, veinte, treinta mil reales...?» Se puso a escribir sin tenerlo fijamente resuelto. Comenzó una carta, la rompió, y después otras. Por fin le pareció que la tercera o cuarta quedaba bien. Luego sacó de la cartera un sobre, y de éste tres talones, con los huecos en blanco, contra el Banco de España.

Calmas la sed del césped que, al besarte, bebe tus cristales gota a gota. Y aunque el duro pedernal intente devorarte en su seno Te alejas juguetona, y corres a llevar tus virginales perlas A los más profundos huecos de las montañas.

En todos los huecos de la peña había depositados gran número de restos humanos. ¿Quién los había colocado allí? ¿De qué raza procedían? Preguntas son estas que cada uno de nosotros formulaba en su interior, buscando una contestación en las descarnadas cuencas de los amarillos cráneos. El silencio y la muerte nos rodeaba en aquella misteriosa Necrópolis.

Al frente se destaca la masa de la ciudad, sin perspectiva de calles, porque los edificios están como amontonados sobre el borde de la barranca, cual si quisiesen todos mirarse, por los huecos de sus innumerables balcones y ventanas, en las ondas azules y trasparentes del fondo del abismo, y aspirar las brisas de las campiñas de la márgen derecha.

Veíamos la entrada de alguna fragata o de algún bergantín que venía con el atoaje. Luego, al avanzar la tarde, nos dirigíamos a casa por la muralla dando la vuelta a una punta que, si no recuerdo mal, se llama de San Felipe. Veíamos las baterías con sus cañones, avanzábamos por el adarve a mirar por los huecos de las almenas. Tardábamos todo lo más posible en entrar en casa.

Estaba muy pálida; los ojos parecían más grandes y traicioneros, acechando en sus profundos huecos violados bajo la ceja recta y negra. La nariz parecía de marfil, la boca más acentuada y los dos pliegues que la limitaban más enérgicos. Todo el semblante revelaba melancolía y profundidad de pensamiento, al menos así lo consideró Fortunata sin poder expresar por qué.

Ascendió el solitario a su habitación. Era una pieza circular, sin más huecos que la puerta y la ventana trasera, aberturas que casi parecían túneles en el desmesurado espesor de los muros.

En medio de un religioso silencio se acercaron aquellos á la mesa, tomando asiento en unión del Gobernadorcillo en funciones, quién tiene voto personalísimo. Armado cada cual de pluma y cuartilla, en la que con anticipación se ha puesto el encabezamiento, se llenan los huecos estampando tres nombres, dos de libre elección del votante y uno forzoso.

Gillespie comprendió los deseos de Ra-Ra al ver en una terraza interior, separada de la fachada por los profundos huecos de dos patios, á una mujer con gorro universitario que agitaba los brazos, sorprendida y alegre. No pudo reconocerla porque le faltaba su lente de aumento, pero estaba casi seguro de que era Popito. Diviértanse mucho dijo el gigante.