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Actualizado: 29 de julio de 2025
En los dos testeros de este jardín en dos huecos ó nichos de medio punto hay dos saltaderos de agua con sus tazas pequeñas y pedestales delgados de marmol, toda su altura una vara.
Después empezó la obra de abajo. ¡Qué modo de utilizar los escombros de Valencia!... Las grietas desaparecieron, y terminado el enlucido de las paredes, la mujer y la hija las enjalbegaron de un blanco deslumbrante. La puerta nueva y pintada de azul, parecía madre de todas las ventanillas, que asomaban por los huecos de las paredes sus cuadradas caras del mismo color.
No sabemos si era en la boca o en la garganta o en la región de las fosas nasales, donde el señor de la Riva tenía a bien machacar y atormentar las palabras; lo cierto es que salían casi siempre transformadas en sonidos obscuros, huecos, caóticos, completamente ininteligibles. Particularmente después de comer, se hacía imposible conversar con él.
La campana de la iglesia anunciando la oración, se mezcló con los redobles del tambor del tribunal, y los huecos y broncos sonidos del atung-taqui, que sirve para dar los alertas en las avanzadas ó bantayanes de algunos pueblos de Visayas.
Claridad de alegres habitaciones lucía en los huecos, y el balcón principal estaba abierto. Veíase en él una pequeña ascua: era la lumbre de un cigarro. Antes que el doctor llegase, aquella ascua cayó, describiendo una perpendicular y dividiéndose en menudas y saltonas chispas; era que el fumador había arrojado la colilla.
Esto halagaba mi vanidad, pero no llenaba mi corazón. ¡A! ¡no! en él resonaban huecos los aplausos; le aturdían, pero no le conmovían. Y me faltaba algo; yo era pobre; trabajando á partido ganaba poco; me veía obligada á alquilar trajes, en que todo era falso y muchas veces viejo; otras llevaban sedas y brocados, y perlas y diamantes... eran queridas de algún gran señor.
Después, un pielroja con grandes penachos y un hacha enorme, cubiertas sus desnudeces con sudoroso almazarrón, y dos negros casi en cueros, sin otras superfluidades que unos taparrabos de crin, huecos como faldellines de bailarina, y una lanza al hombro. Estos negros falsificados, con el cuerpo reluciente de betún, enseñaban por debajo de la peluca ensortijada sus ojos azules.
Porque no sólo van al café los perdidos y maldicientes; también van personas ilustradas y de buena conducta. Hay tertulias de militares, de ingenieros; las de empleados y estudiantes son las que más abundan, y los provincianos forasteros llenan los huecos que aquellos dejan. En un café se oyen las cosas más necias y también las más sublimes.
No había uno que supiera darle cuerda. No daba una sola nota. Y la Muerte seguía mirando al emperador con sus ojos huecos y fríos, y en el cuarto había una calma espantosa, cuando de pronto entró por la ventana el son de una dulce música. Afuera, en la rama de un árbol, estaba cantando el ruiseñor vivo. Le habían dicho que estaba muy enfermo el emperador, y venía a cantarle de fe y de esperanza.
Yo haré lo que deba, Inesilla. Sal de este convento, ve con esas señoras y espérame tranquila, con la segundad de que iré a buscarte. Si para entonces no has variado..., si te encuentro la misma... Contestóme al instante pasando su dedo índice por uno de los huecos de la reja.
Palabra del Dia
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