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Actualizado: 28 de octubre de 2025
Confieso que lo dicho tiene inconvenientes enormes, pero aún sería incomparablemente peor si fuese un pueblo más soberbio quien hoy predominara. Dentro de dos o tres siglos, cuando el corazón humano se ablande mucho con la cultura, acaso sean los pueblos del Norte los que predominen sin los horrores y estragos que hoy causaría su predominio.
Aunque sepas resistir, aunque no caigas en la tentación ni peques, ¿no ves que te expones a echar tu reputación por los suelos y a que ese malvado seductor te venza, y si no te vence se vengue de ti deshonrándote y suponiendo que logró lo que deseaba? ¿No adviertes cuan indecoroso es para una doncella conceder esas citas, aun cuando sea con el fin de quedar en ellas triunfante? ¿Qué horrores no estará él pensando de ti desde el momento en que le concediste la cita?
«¡Ciega yo, torpe mil veces, que, con pensar tanto en ello a todas horas, no sospeché de qué se trataba entonces hasta que sonaron en mi oído estas tremendas palabras! »Dicen que dos grandes poetas han apurado todos los horrores que caben en la imaginación para pintar los tormentos que padecen los condenados en el infierno.
No es fácil que un barco de comercio pueda luchar en velocidad con estas lanchas, que tienen grandes condiciones marineras. Sir Wilkins no tenia por costumbre huir, y aguardaba el ataque de los piratas. Conocía muy bien sus procedimientos y sus argucias. Hicimos verdaderos horrores.
La Restauración es cosa hecha concluyó Robinsón con acento profético ; pero sólo llegaremos a ella atravesando un charco de sangre... ¡Preveo para España un noventa y tres con todos sus horrores!...
En la fuerza de la plaza se encontraba al sonar la señal el lego español de San Juan de Dios. Dado el grito, la rebelión desarrolló en su destructor círculo cuantos horrores caben en el saqueo y la matanza.
Esta suposición le hacía sentir una cólera tan intensa, que hasta llegaba á dudar de su cordura el día en que volviera á tropezarse en cualquier puerto con marinos alemanes... ¿Y Ferragut, un hombre honrado, un capitán bueno, al que todos elogiaban, podía ayudar al trasplante de tales horrores en el Mediterráneo?...
Uno juraba que la había oído gritar: ¿Por qué no te casas? ¡dí, canalla!... ¿Crees que te deshonras con eso? ¿No sabes que por ahí todo el mundo dice que eres un ladrón? ¿que tus iniciales significan ¡a ese!...? Seré una p... pero una p... ¿no vale tanto como un ladrón? Ciertos o no estos horrores, lo que constaba de un modo indudable era la resistencia de él y el afán de ella.
Todos entonaban un coro de desgracias y horrores con voz lenta y quejumbrosa, como si llorasen ante un féretro: «Señor, han muerto á mi marido...» «Señor, mis hijos: me faltan dos hijos...» «Señor, se han llevado presos á todos los hombres; dicen que es para trabajar la tierra en Alemania...» «Señor, pan; mis pequeños se mueren de hambre.»
Cerró los ojos: no quería ver. Pensó por un momento que estaba soñando. Era inverosímil que tales horrores hubiesen podido desarrollarse en poco más de una hora. Creyó á la maldad humana impotente para cambiar en tan corto espacio el aspecto de un pueblo. Una brusca detención del carruaje le hizo mirar. Esta vez los cadáveres estaban en medio de la calle: eran dos hombres y una mujer.
Palabra del Dia
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