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Actualizado: 28 de octubre de 2025
La montonera de Artigas enchalecaba a sus enemigos; esto es, los cosía dentro de un retobo de cuero fresco y los dejaba así abandonados en los campos. El lector suplirá todos los horrores de esta muerte lenta. El año 36 se ha repetido este horrible castigo con un coronel del ejército.
Sufro mucho al considerar mi inutilidad... ¿De qué he servido hasta ahora?... Calló un momento, como si abarcase con la imaginación todo su pasado. A veces pienso continuó que la guerra, con todos sus horrores, tiene algo de bueno. Sirve para que seamos útiles á nuestros semejantes.
Que un diputado por Cataluña dice que dijo que ya no había Dios, y que la Virgen era esto y lo otro.... Dios me perdone, Jesús mil veces. ¿Y no lo mataron allí mismo? ¡Pícaro, infame! ¡Mal hablado, lengua de escorpión! ¡No habrá Dios para él, no; que él no lo tendrá! No, pues otro aún dijo otros horrores de barbaridá, que ya no me acuerdan.
A veces, una red oculta entre los adornos de la banderilla, salían unos pajarillos y se echaban a volar. ¿Quién sería el primero a quien se le ocurrió la idea de producir este notable contraste? No tendría, por cierto, intención de simbolizar a la inocencia indefensa, alzándose sin esfuerzo sobre los horrores y las feroces pasiones de la tierra.
Basta arrojar una mirada imparcial sobre algunas recientes y famosas producciones francesas, en que se describe la vida de los campos y de las minas, para convencerse de que el escritor no las ha observado y pintado con sinceridad, sino que ha acumulado con visible artificio en una comarca todos los crímenes, suciedades y horrores que ha leído en la prensa de varios años, acaecidos en los distintos departamentos de Francia.
Le engañaba; era una mujer. ¡Pero cuál! ¡la suya! ¡la de su alma! ¡Sí, sí, de su alma! Para eso la había querido. Pero las mujeres no entendían esto.... La más pura quería otra cosa». Y pasaban por su memoria mil horrores. La carnaza amontonada de muchos años de confesonario. La conciencia le recordó a Teresina. A Teresina pálida y sonriente que decía, dentro del cerebro: «¿Y tú...?». «
Se derribó la tiranía; se creyó que íbamos á tener libertad, y nos han engañado. Cuatro tiranuelos nos mandan constitucionalmente, y constitucionalmente nos persiguen como antes. Esto no nos satisface; queremos más. Adelante, pues. Pero el medio es espantoso. Yo no quiero para mi patria los horrores de la Revolución francesa. Después de un Terror no puede venir sino la dictadura.
El proceso había marchado de prisa: el castigo era urgente para que las personas de bien se tranquilizasen. La entrada de los trabajadores rebeldes se abultaba al transcurrir el tiempo, como una revolución llena de horrores. El miedo hacía enmudecer.
En una palabra: no hay nada que pueda interesar a la política; entonces pregunta por el joven Rodríguez y le dicen que está espirando. En seguida se pone a jugar y gana miles. Don Francisco Reto y don N. Lugones han murmurado entre sí algo sobre los horrores que presencian.
«Que vuestro corazón se reconforte decía sombríamente Muntaner en su crónica al dar fin á este relato de horrores . Da aquí en adelante, veréis cómo nuestra Compañía obtuvo, con la ayuda de Dios, una venganza tan ruidosa como jamás se ha visto venganza alguna.» No llegaban á cuatro mil los almogávares y marineros refugiados en Gallípoli.
Palabra del Dia
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