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El ha de aprobarlo; y sobre todo, aunque no lo apruebe. ¿Pues no se ha atrevido á decirnos esta mañana que su sobrino se enmendará? ¡Si está una viendo unos horrores! ... ¡Qué siglo, qué costumbres! ¡Hasta él...! Haz lo que quieras, Paz dijo Salomé, afectando mansedumbre y cierta postración, que ella creía sentaba muy bien en su nervioso cuerpo.

Después aparecen los dos esclavos Saavedra y Pedro Alvarez, y describen los males del cautiverio. Izuf encarga á Aurelio que le concilie las buenas gracias de Silvia, y él finge que se prepara á desempeñar su comisión. La escena siguiente representa un mercado de esclavos, y los horrores de estas compras de carne humana.

Vense en cambio aglomeraciones de sombrías rocas de aristas cortantes y que la blanca espuma hace parecer más negras todavía como el carbón bajo la nieve; una larga banda de dorada arena, lisa como las calles de un jardín inglés, donde, para completar la semejanza, las jóvenes misses juegan al crocket en la marea baja; y el mar, ese mar azul de tonos cambiantes de zafiro, de esmeralda, de rubí y de amatista que refleja a veces el azul del cielo y a veces los horrores del infierno.

Hay allí un gran respeto por la altura intelectual; la primera queja que formula un colombiano, aun en el día, contra las crueldades de la España y los horrores de la lucha de la independencia, ¿creéis que se refiere a la secular dominación colonial?

Aunque el autor, que se llamaba Tomé Pinheiro da Veiga, natural de Coimbra, logró el empleo que pretendía, no parece que salió muy prendado de Valladolid, ni bastante agradecido, para no decir mil horrores de todo. Su relación, no obstante, debe ser animado retrato de la alta sociedad española de entonces. A ser el retrato fiel, dicha alta sociedad quedaría muy malparada.

Carecen por completo de invención y de carácter dramático, y merecen crítica aún más rigurosa que las de Virués por la tendencia constante de hacer efecto, acumulando unos sobre otros sucesos y horrores sin cuento.

Cierto que de puertas adentro todo era reposo y santidad; pero ¡cuántos horrores y amarguras le esperaban al poner la planta en esa sociedad donde cada día es un combate y cada hora una herida!

Los recuerdos de una vida pacífica y virtuosa resurgían á través de los horrores de la guerra. Decididamente, este enemigo era un buen hombre. Por eso sonrió con amabilidad cuando el comandante, abandonando la mesa, fué hacia él. Entregó su carta y un paquete voluminoso á un soldado para que los llevase al pueblo, donde estaba la estafeta del batallón.

Ha de entenderse además que los crímenes y los horrores representados en una obra poética no deben tomar la apariencia o semejanza completa de los sucesos reales, como pretende hoy lo que llaman naturalismo. El deleite estético no se daría entonces.

Lo que con más empeño criticó la gente, fue este moderno requisito del VIAJE DE NOVIOS, costumbre extranjerizada y vitanda, buena sólo para engendrar disturbios y horrores de todo linaje.