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Actualizado: 28 de octubre de 2025


Pasé á Inglaterra, donde las mismas contiendas ocasionaban los mismos horrores. Unos santos católicos, en obsequio de la iglesia, habian determinado volar con pólvora el rey, la familia real, y todo el parlamento, y librar la Inglaterra de tanto herege.

Yo la llamo siempre doña Clorinda; creo que sin esto le falto al respeto, á pesar de su juventud. Tal vez tiene dos ó tres años menos que su amiga Alicia. Las dos se detestan, y no pueden vivir separadas. Una semana por mes chocan, se insultan, cuentan la una de la otra los mayores horrores; luego se buscan. «¿Cómo estás, corazón mio?» «¿Me guardas rencor, mi ángel

La limpieza de sus bolsillos era absoluta, y el crédito, apurado ya, faltaba. ¡Qué habría sido de ella si sobre estos horrores no apareciera un sol de vida y esperanza! ¡Ganar el pleito! La idea de un triunfo próximo le daba fuerzas para hacer frente a tantas humillaciones. Si el procurador le decía que había tarea para mucho tiempo, su descorazonamiento rayaba en desesperación.

Morsamor se desalentaba al pensar así, no veía plan ni concierto en todas aquellas bizarrías, ni acertaba a traslucir que pudieran tener fin dichoso. Sólo veía horrores, estragos y muertes, y volvía a arrepentirse de haberse remozado y de haber huido del convento. Imputaba luego aquel arrepentimiento suyo a cansancio y a flaqueza de ánimo.

Asesinatos y envenenamientos, martirios y ejecuciones, espectros, y delirios, y horrores de toda especie se siguen en no interrumpida serie, hasta tal punto, que la impresión que cada uno de ellos hubiera hecho se anula por la que hacen otros, y sólo inspiran estupor sin conmover el ánimo.

Atónita quanto alborozada de oir el idioma de mi patria, extrañando empero las palabras que decia aquel hombre, le respondí que mayores desgracias habia que el desman de que se lamentaba, informándole en pocas razones de los horrores que habia sufrido; despues de esto me volví á desmayar.

En efecto, en Mayenza todo hace recuerdar los horrores de la guerra, todo tiene el sello amenazante de las preocupaciones belicosas; al mismo tiempo que en el seno de tantas fortificaciones reinan el nombre y la memoria de Guttemberg y sus compañeros de fecunda labor.

La estimación que le profesa el general en jefe es lo único que le ha movido a ofrecer a usted condiciones tan honrosas. Una larga resistencia no conduciría a nada. Somos dueños del Donon, y nuestro cuerpo de ejército ha entrado en Lorena. La campaña no ha de decidirse aquí y no tiene interés para ustedes defender un punto inútil. Queremos ahorrarles los horrores del hambre.

Mientras él se hacía millonario, la mitad del mundo, al otro lado de los mares, sufría los horrores de una gran guerra. Al principio este cataclismo había hecho peligrar su propia empresa. Los colonos extranjeros abandonaban los campos de la Argentina para ir á ser soldados en sus respectivas naciones.

Estos vieron por fin colmados sus deseos con la destrucción de Sagunto, heroica ciudad digna de mejor suerte, y entraron en posesión de los territorios cuestionados, mientras aquellos de sus enemigos que habían sobrevivido a los horrores de tan terrible guerra, eran vendidos por esclavos.

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