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Actualizado: 5 de junio de 2025
Su piel era una costra, sus lomos no tenían vestigios de pelo, sus patas delanteras estaban cubiertas de luengas lanas, que les daban el mismo aspecto que si llevasen pantalones. Pasaban y pasaban jinetes y carros, como una horda prehistórica que huyese llevando a la espalda el hambre, y delante, como guía, el anhelo de vivir.
Su organización política lo convertía en una horda guerrera educada á puntapiés y sometida á continuas humillaciones para anular la voluntad, que se resiste siempre á la disciplina. Es una nación donde todos reciben golpes y desean darlos al que está más abajo. El puntapié que suelta el emperador se transmite de dorso en dorso hasta las últimas capas sociales.
Los griegos huían de ellos, incapaces de resistirles, y en este vacío no disponían de otros medios de subsistencia que los que traían las naves de la lejana patria. Esta república militar, que se daba el título de «Compañía», emprendió la retirada hacia el Oeste, marcando su camino con los saqueos y violencias que acompañan en toda época la retirada de una horda guerrera.
¡Ah, Jerez! ¡Jerez! dijo el rebelde. ¡Ciudad de millonarios, rodeada de una horda inmensa de mendigos!... Lo extraño es cómo estás ahí, tan blanca y tan bonita, riendo de todas las miserias, sin que te hayan prendido fuego... La campiña dependiente de la ciudad, que abarcaba casi una provincia, era de ochenta propietarios. En el resto de Andalucía ocurría lo mismo.
Los antiguos escrúpulos de seminarista desaparecían ahogados bajo la corteza de hombre de horda con que la guerra le endurecía. Doña Blanca, la cuñada del «rey», pasó ante él como una figura novelesca.
Entrada la noche, y en momentos que todo parecía encontrarse tranquilo y que todos se disponían á descansar de las fatigas del camino, tuvieron que desistir de su propósito, pues había llegado al campamento un confidente participando que fuerzas del gobierno venían á sorprenderlos, en vista de lo cual, el que mandaba aquella horda, ordenó rápida marcha para ponerse fuera de peligro.
Hervía la horda en torno del boliche, que por sus aberturas barriqueadas lanzaba relámpagos de plomo. Los asaltantes, arrastrándose, intentaban poner fuego a sus puertas. En los momentos de descanso mataban las yeguas robadas en las inmediaciones y se bebían la sangre entre el griterío de una borrachera feroz.
Luego me dice el brigadier: el que no quiera ser injusto con la Francia, no debe venir á este infame y grotesco espectáculo. Si viene aquí, tiene que ser injusto por necesidad; tiene que creer que Francia es una horda civilizada, porque no se concibe que tamaña degradacion de los sentimientos cristianos pueda caber en la conciencia de un gran pueblo.
Dichoso país aquel, tan falto de historia que tenía que inventarla, dando la importancia de glorias nacionales á tres miserables combates de horda, allá en los tiempos de Mari-Castaña; tres contiendas á peñazos, golpes de cachiporra y de hacha, un poco mayores nada más que cualquier riña de romería.
Pues nada, ¡una friolera!... Que en cuanto proclamaron la República, invadió la dehesa una horda de aquellos bandidos, asesinaron al aperador y a tres guardas, y se repartieron las tierras. López Moreno salió para allá corriendo, y estoy inquietísima... No sé lo que va a hacer... ¿Pues qué ha de hacer? exclamó Diógenes . ¡Polaina!
Palabra del Dia
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