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La ciencia entonces busca, y tal vez halla, la verdad, meditando desinteresadamente y tratando de descubrir los más hondos arcanos, sin el menor propósito de que el descubrimiento valga luego para nada que no sea la satisfacción misma que de poseer la verdad se origina.

Todo esto, y otro tanto más que de ello se sigue por ley forzosa, al fin y a la postre resultaba caro y producía hondos desgastes, si no del pellejo, cuando menos de la sensibilidad moral, aun tratándose de un mozo como yo, que en ningún cuadro aspiró a ser figura de primer término, ni a levantar media pulgada sobre la talla común de la masa de espectadores; y esto, no por virtud, sino por exigencias de mi temperamento.

Bermúdez que, por lo que le decían aquellas palabras y lo que leía en la voz y en el aspecto lastimoso de aquel hombre a quien tanto había estimado y estimaba, calculaba la intensidad del daño que le había hecho con su violenta medida, sintió muy hondos pesares de no haberla meditado más, y maldijo la negra fortuna que le conducía a extremos tan rigurosos.

No dormía, no: escuchaba los ronquidos de su mujer, acostada junto á él, y de sus hijos, abrumados por el cansancio; pero los oía cada vez más hondos, como si una fuerza misteriosa se llevase lejos, muy lejos, la barraca, y él, sin embargo, permaneciese allí, inerte, sin poder moverse por más esfuerzos que intentaba, viendo la cara de Pimentó junto á la suya, sintiendo en su rostro la cálida respiración de su enemigo.

Estos achaques no la impedían frecuentar los salones de «su mundo», ni la obligaban a tachar un solo renglón de su larga lista de compromisos sociales, ni se revelaban, a cierta distancia, en su cara frescachona ni en su apostura garbosa y elegante; pero es indudable que los tenía, y muy hondos; achaques de matrona presumida, bien sufridos y mejor tapados con heroicos esfuerzos de la voluntad y buen acopio de sonrisas y menjurjes.

Ya, ya te entiendo. Te haces la humilde para disimular mejor tu soberbia... Todo te lo perdono; ya sabes que te quiero, que soy buena para ti... En fin, me conoces... ¿Qué dices? Nada, señora, no he dicho nada, ni tengo nada que decir murmuró Nina entre dos suspiros hondos . Quédese con Dios.

Empezó a comer con apetito la sopa fría, echando miradas indagatorias e inquietas a su señora tía, que evitaba el mirarle... por no romper... «Debo contenerme pensaba ella , hasta que coma... Y parece que tiene ganitas...». A ratos el joven daba hondos suspiros mirando a su tía, cual si deseara tener una explicación con ella.

Animados por ese sentimiento, entrad, pues, a la vida, que os abre sus hondos horizontes, con la noble ambición de hacer sentir vuestra presencia en ella desde el momento en que la afrontéis con la altiva mirada del conquistador. Toca al espíritu juvenil la iniciativa audaz, la genialidad innovadora.

De los otros dos iniciados que tenía el Padre Ambrosio, no se fiaba tanto, aunque también les comunicaba algunos de sus menos hondos secretos.

Llovía más, y por el absorbedero empezaba a entrar agua, chorreando dentro con un ruido de freidera que apenas permitía ya oír el ahilado miiii. No obstante, la Delfina lo oía siempre bien claro. El portero volvió hacia arriba, como quien invoca al Cielo, su cara estúpida, y dijo sonriendo: «Señorita, no se puede. Están muy hondos... pero muy hondos».