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Actualizado: 15 de junio de 2025
Los amigos del alemán, viéndolo sano y triunfador, se lo llevaban al fumadero con abrazos y palmadas en la espalda. Sonaron los taponazos del champán como prólogo de la descripción del combate. Algunos pasajeros volvían la espalda con indignación para no presenciar esta apología del homicidio.
Y en esa certidumbre, al mismo tiempo que en sus propias antipatías contra los nihilistas, encontraban muchos una prueba del homicidio: la amiga de Vérod había debido de pensar, no en matarse, sino por el contrario, en gozar cuanto fuese posible de su nuevo amor: el Príncipe y la Natzichet la habían asesinado.
Era una gata juguetona y feroz prolongando la agonía del ratón caído en sus zarpas. En su cerebro hablaba una voz brutal, como si le aconsejase un homicidio. «¡De hoy no pasa!... ¡de hoy no pasa!...», se repitió varias veces, dispuesto á las mayores violencias para salir de una situación que consideraba ridícula.
Llevando su broma hasta el fin, Ballester porfiaba que la yema era venenosa; mas como el otro rechazara la complicidad en aquel homicidio, diose a partido el exaltado boticario, diciendo que la pelotilla era de azúcar con aceite de croto, que es el derivativo drástico por excelencia. Maxi, que le había ayudado a hacerla, se sonreía. Como en estos dimes y diretes se pasó bastante tiempo, cuando Ballester quiso poner en ejecución la chuscada, ya había bajado el hilo con una yema de coco, y el crítico se la estaba comiendo. El otro se consoló pensando que otra noche consumaría su trágica venganza. «
Derribados los dos, lucharían quizás más proporcionadamente. ¡Pobre razón aplastada por la soberbia! ¿Dónde está la justicia? ¿dónde está la vindicta del débil? En ninguna parte. El furor del Delfín no fue tanto que se le ocultara el peligro de llegar a un homicidio, abusando de su superioridad. «Este al fin es un hombre, aunque parece un insecto» pensó.
Ave María, que Dios nos guarde respondieron los dos frailes que oprimían al barbero con toda su rotundidad monacal y que comprendieron, por sus movimientos bruscos y agitados que aquél buscaba su cuchillo . En nombre del Cielo, ¡no haga usted eso, hijo mío! ¿No comprende que sería un homicidio? Pero, padres míos, los homicidas son ustedes... ¿no comprenden que me están ahogando? ¡Por Cristo!
Fermín Montenegro era perseguido por homicidio; su proceso seguíase aparte, pero nada perdía la sociedad con exagerar los sucesos, poniendo un muerto más en la cuenta de los revolucionarios. Habían sido condenados muchos a presidio. La sentencia derramaba cadenas con una prodigalidad aterradora sobre el mísero rebaño, que parecía preguntarse con asombro qué era lo que había hecho en aquella noche.
¿Pues no sabéis de lo que os acusan? No. De homicidio premeditado y con ventaja, intentado contra don Rodrigo Calderón. Mentira: como hidalgo y frente á frente, reñí con él por un grave asunto, y sirviendo á la reina: vos lo sabéis.
Al verdugo también se le obliga a permanecer allí, pero por otro motivo; se trata de purificarle por anticipado del homicidio que va a cometer. Todo transcurría, pues, en el orden apetecido; los cirios ardían, los monjes cantaban, el verdugo rezaba, y el ataúd abierto esperaba.
No me acuerdo contestó con angustia Montiño. Pero es muy posible que la lleváseis con la punta al frente. Sí, que es muy posible. Pudo ser muy bien, que entre lo obscuro tropezáseis con don Juan de Guzmán. No me acuerdo, pero pudo ser. Cayó don Juan, y vos sobre él... eso ha sido... un homicidio involuntario...
Palabra del Dia
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