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Actualizado: 21 de junio de 2025


Cayó lluvia de sangre en nuestra tierra, flameó la sandata en el boscaje, y arrojaste a la hoguera de la guerra el inicuo pendón del coloniaje... enseñaste a jurar al insurgente, las banderas del bien y del decoro, y a odiar con el encono más ardiente la cadena del siervo, aunque de oro.

Sin duda el sacristán había pasado la noche con sus convecinos bailando al fulgor de la hoguera; pues de otro modo, según pública fama, no hubiera sido capaz de tomar la delantera al sol para abandonar el lecho.

A uno de sus extremos estaba la cocina, en la cual entraron todos detrás del hidalgo. Ardía en ella una hoguera enorme, y esta hoguera estaba encerrada por el alto poyo del fondo y tres largos bancos, más un sillón de madera que ocupaba el sitio de preferencia.

-Pues, en verdad -dijo el cura- que no le ha de valer al hijo la bondad del padre. Tomad, señora ama: abrid esa ventana y echadle al corral, y principio al montón de la hoguera que se ha de hacer. Hízolo así el ama con mucho contento, y el bueno de Esplandián fue volando al corral, esperando con toda paciencia el fuego que le amenazaba. -Adelante -dijo el cura.

Uno se pegó un tiro teniendo ante su boca un pañuelo de blondas, lo único que había conseguido de la gentil duquesa. Otro, desesperado, se hizo pastor metodista y fué á evangelizar ciertas islas de Oceanía, donde su primer sermón terminó en hoguera y festín de caníbales.

Pero en la presente noche estas iluminaciones resultaban menos numerosas, como si alguien hubiese influido para que sus guardianes le vigilasen menos. En los largos períodos de obscuridad, las palpitaciones de la hoguera poblaban la noche de repentinos fulgores de incendio, seguidos de largas y profundas tinieblas.

La llama de la hoguera dábale un aspecto siniestro, así, con el chambergo ladeado, los ojos fulgurantes de odio, la navaja abierta en la mano, que blandía, como si quisiera despachurrar a alguien. Quilito no le hacía caso, abstraído.

Vosotros, unidos á los perseguidores, atizais la hoguera en que se purifica la ; mas ¡ay, que entre tanto fomentais la ruina y la despoblacion, contribuís á ahuyentar á los buenos, introducís el cisma entre los perseguidos, corrompeis á los sencillos, avergonzais á los doctos, escandalizais la cristiandad!

Conocía los árboles y tenía de cada uno algún recuerdo. «Al pie de éste hicimos una hoguera Telva, Rosaura y yo y asamos castañas. De este tan alto se cayó Celso el de la tía Basilisa, antes de ir al servicio del rey, y no se hizo daño ninguno... ¡qué susto nos dió!... En ese otro escribió Juanín de Mardana mi nombre... ¡aquí está!»... Tales recuerdos dilataron su corazón.

Junto al balcón, adosada al muro, y tan inmediata que Febrer podía tocarla con la mano, había un torrecilla con montera de pizarra y antiguos escudos en su pared circular. Era la torre donde había vivido preso Juan Huss antes de marchar a la hoguera.

Palabra del Dia

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