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Actualizado: 27 de junio de 2025


Su linda cabeza colgaba horriblemente. Su boca entreabierta dejaba ver dos hileras de pequeños dientes apretados por las convulsiones de la agonía. Sus ojos, que una mano piadosa no había cerrado a tiempo, parecían mirar la muerte con espanto. El puñal estaba en medio de la pieza, en el sitio en que le Tas lo arrojara. La sangre lo había inundado todo.

Allí creía estar mejor guardado de las fieras sueltas, que iban exigiendo que las enseñasen las manos. Al poco rato pareciole que la ciudad despertaba. Sonó a lo lejos un estruendo que hacía temblar el suelo, y poco después pasó al trote un escuadrón de lanceros por la calle Larga. Luego, al extremo de ésta, brillaron las hileras de bayonetas y avanzó la infantería con rítmico paso.

El abad contempló desde su asiento en el estrado las dos hileras de monjes, cuyos rostros plácidos, rollizos y bronceados por el sol, con raras excepciones, y cuya expresión satisfecha, daban clara muestra de la vida tranquila y feliz que allí llevaban. Fray Diego fijó después su penetrante mirada en el joven religioso sentado frente á él y dijo: Sois el acusador, hermano Ambrosio.

Si alguno queda en poder de los adictos u oficiales, la mesa de juego está ahí para dejar al fin y a la postre vacías todas las bolsas. En la puerta de calle de la casa del general están secándose al sol hileras de zurrones de plata forrados de cuero. Ahí permanecen la noche sin custodia, sin que los transeúntes se atrevan siquiera a mirar.

La mansion está preparada como tales huéspedes se merecen; un riquísimo archivo, una inmensa biblioteca, un museo donde se hallan reunidas las mayores maravillas de la naturaleza y del arte; espaciosos jardines adornados con todo linaje de plantas, largas hileras de jaulas donde rugen, braman, aullan, silban, se revuelven, se agitan, todos los animales de Europa, Asia, Africa y América.

Aquí se tomó muestra á la gente italiana en la campaña, contándolos en el escuadrón por hileras, y diciendo el Duque de Vivona que había pocos más de 3.000, en los que allí había, que aún faltaban naves por desembarcar su gente, el Duque de Medinaceli le dijo que no dijese que eran tan pocos, de manera que lo entendiese nadie, como si los que salían á verlo no miraran lo mesmo que el Duque, y algunos Capitanes, creyéndose que se hacía la muestra para darles dineros, recogían criados de caballeros que trajeron allí.

Llega a ser insoportable el patio de altos muros, con los juegos de siempre y los cánticos de todos los días, y el pasear en hileras, y el comer en comunidad, y el recogerse y el levantarse a unas mismas horas y con el mismo forzado silencio.

Finalmente, otro hay que refiere cómo los cometas, extraviados por los cielos, han venido á chocar con nuestro globo, han agujereado su envoltura como piedras que atravesaran un carámbano y han hecho brotar las macizas montañas en largas hileras.

A la márgen derecha se extiende el barrio de San Gervasio, lleno de fábricas, almacenes y relojerías, dominado por la estacion de los ferrocarriles que giran hácia Francia, Losana y Neuchâtel, y ostentando en los malecones y muelles, en las riberas del lago y del rio, hileras de casas espléndidas y hoteles que parecen palacios suntuosos, y mas léjos un enjambre de graciosas ú opulentas quintas, parques, huertas y jardines.

Al amparo de los árboles se formaban en hileras las carretillas ocupadas por los heridos. Oficiales y soldados permanecían largas horas en la sombra azul viendo cómo pasaban otros camaradas que podían valerse de sus piernas. La santa gruta resplandecía con el llamear de centenares de cirios.

Palabra del Dia

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