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11 El sol y la luna se pararon en su estancia; a la luz de tus saetas anduvieron, y al resplandor de tu fulgente lanza. 12 Con ira hollaste la tierra, con furor trillaste los gentiles. Traspasaste la cabeza de la casa del impío, desnudando el cimiento hasta el cuello. Selah. 15 Hiciste camino en el mar a tus caballos, por montón de grandes aguas.

6 Testificó sin embargo uno en cierto lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre, que te acuerdas de él? ¿O el hijo del hombre, que lo visitas? 7 lo hiciste un poco menor que los ángeles, lo coronaste de gloria y de honra, y lo pusiste sobre las obras de tus manos; 8 todas las cosas sujetaste debajo de sus pies; porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él.

Yo contaba con ganar algo en estos quince días... pero ya lo sabes.... Castro Pérez me obligó.... Hiciste bien. ¡Bien hecho! ¿De modo que necesitarás algo? ¡La verdad... ! respondí sonrojado. No te apures, Rorró. Mientras ganas en tu nuevo destino, no te apures. Además... creo que necesitas ropa para ir a la hacienda. No has de ir vestido de catrín. Ahora arreglaremos eso.

¿Qué otra cosa podría haber dicho, Perla, respondió su madre, sino que no era esta la ocasión de besar á nadie, y que los besos no deben darse en la plaza del mercado? Perfectamente hiciste, locuela, en no hablarle. Hubo otra persona que expresó igualmente sus ideas acerca del Sr. Dimmesdale. Esta persona era la Sra.

Débiles fuímos, nos hiciste fuertes, y combatimos como bravos leones... ¿Como olvidarte en el camino incierto si tu ejemplo fulgura en la conciencia? ¿Si en batalla campal caíste muerto por conquistar la patria independencia? ¡Surge triunfal! No son tus glorias pocas: que el pueblo audaz que estranguló tiranos, ¡te ensalzará con su millón de bocas! ¡te aplaudirá con su millón de manos!

Todo lo sufría, hasta que un día un muchacha se atrevió a decirme a voces hijo de una hechicera; lo cual, como lo dijo tan claro, que aún si lo dijera turbio no me pesara, agarré una piedra, y descalabréle. Fuíme a mi madre corriendo, que me escondiese, y contéla el caso todo. A lo cual me dijo: "Muy bien hiciste; bien muestras quién eres; sólo anduviste errado en no preguntarle quién se lo dijo."

Y sin réditos... Luego , en cuanto hiciste las paces con el del almacén de vinos, me pagaste... Duro sobre duro. Pues bien: ahora soy yo la que se ha caído: necesito doscientos reales, y me los vas a dar. ¿Cuándo? Ahora mismo. ¡Mecachis... San Dios! ¡Como no se me vuelva dinero la chimenea de los garbanzos! ¿No los tienes? ¿Ni tu Comadreja tampoco?

Y con el puño cerrado golpeé sobre la mesa, lo que me dolió bastante. Veamos, veamos, mi buena hijita díjome conmovido el cura, cálmate y cuéntame lo que le hiciste. Nada. En cuanto os fuisteis, me apellidó desfachatada y se lanzó sobre mi como una furia. ¡Ah, qué odiosa! Vamos, Reina, vamos, bien sabes que hay que perdonar las ofensas.

Allá en la negra noche, rasgada por relámpagos inquietos y llorada por negros nubarrones, hiciste de tus lágrimas derroche, para llorar tus retos en un ¡ay! de deshechas ilusiones. Muerta, más no vencida, tu alma extenuada y fría comprendió la grandeza del dolor; del dolor que afrontó con heroismo, para hacer de la vida una trágica negra poesía; para hacer del amor un sublime grandioso fanatismo.

Cuando yo esto, como siempre tuve altos pensamientos, volvíme a ella y roguéla me declarase si le podía desmentir con verdad o que me dijese si me había concebido a escote entre muchos o si era hijo de mi padre. Rióse y dijo: ¡Ah, noramaza! ¿Eso sabes decir? No serás bobo; gracia tienes. Muy bien hiciste en quebrarle la cabeza, que esas cosas, aunque sean verdad, no se han de decir.