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Actualizado: 13 de mayo de 2025


No se hartaba el baron de dar abrazos á Candido, apellidándole su hermano y su libertador. Acaso podrémos, querido Candido, le dixo, entrar vencedores los dos juntos en Buenos-Ayres, y recuperar á mi hermana Cunegunda.

Así que se presentaba este síntoma de aburrimiento, la enfermedad se declaraba en él con tal violencia que no se pasaron tres minutos sin que se alzase bruscamente de la mecedora y les dijese adiós. Cuando Gustavo montaba sobre uno de estos asnos no se hartaba nunca de hacerle correr.

Llevaron a Preciosa con su abuela a que la Corregidora la viese, y así como la vió dijo: Con razón la alaban de hermosa. Y llegándola a , la abrazó tiernamente, y no se hartaba de mirarla, y preguntó a su abuela que qué edad tendría aquella niña. Quince años respondió la gitana , dos meses más a menos.

Crecia la melancolía de Candido, y Martin no se hartaba de probarle que eran muy raras la virtud y la felicidad sobre la tierra, excepto acaso en el Dorado, donde ninguno podia entrar. Sobre esta importante materia disputaban, miéntras venia Cunegunda, quando reparó Candido en un frayle Francisco mozo, que se paseaba por la plaza de San Marcos, llevando del brazo á una moza.

Ni ella se hartaba de preguntarlas, ni sus amigas se cansaban de responderla; pues si era muy grande la curiosidad de la una, mayor era el apego de las otras al papel de profesoras. ¡Con qué gravedad tan cómica le desempeñaban algunas veces, y qué mezclados solían andar en sus dictámenes el candor y la malicia!

No se hartaba el buen capitán de examinarlo todo y de hacer preguntas y preguntas, aspirando con ansia á penetrarse de aquel arte supremo, pero bien persuadido de que jamás lo lograría. Respondía el señor de las Matas con amable condescendencia y la misma convicción. Porque sabido de antiguo tenía que su primo era un excelente ganadero, pero nada más que mediano hortelano.

Leyó éste con su reconocida maestría, admirada en toda España, lo mejor de su repertorio, La oda a Gravina, La barca a pique, La cita, El cóndor y sobre todo las leyendas, las incomparables leyendas. El público electrizado no se hartaba de aplaudir y pedir más. Mas he aquí que a Tristán le acomete repentinamente un grande, un inmenso tedio. Toda aquella poesía ¿qué era en el fondo?

Tentóse todo el cuerpo, y recogió el aliento, por ver si estaba sano o agujereado por alguna parte; y, viéndose bueno, entero y católico de salud, no se hartaba de dar gracias a Dios Nuestro Señor de la merced que le había hecho, porque sin duda pensó que estaba hecho mil pedazos.

Tristán no pudo reprimir una sonrisa de lástima y le preguntó que por qué se había molestado. Pero Clara con la intuición de las esposas amantes que adivinan a primera vista cuáles son los amigos verdaderos y los falsos de sus maridos encontró el regalo precioso y no se hartaba de alabarlo.

La alimentación de Obdulia llegó a ser el problema capital de la casa, y entre las desganas y los caprichos famélicos de la niña, las madres perdían su tiempo, y la paciencia que Dios les había concedido al por mayor. Un día le daban, a costa de grandes sacrificios, manjares ricos y substanciosos, y la niña los tiraba por la ventana; otro, se hartaba de bazofias que le producían horroroso flato.

Palabra del Dia

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