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Actualizado: 3 de junio de 2025
Yo confieso que la geografía del Mar Tenebroso antes de que la brújula hiciera posibles las largas exploraciones, es una geografía que me encanta y rejuvenece: algo así como esos cuentos de hadas que nos deleitan como un perfume de flores marchitas al evocar las primeras impresiones de la niñez.
Una hechicera, con ayuda de espíritus infernales, evocados por ella, la auxilia en este trance, confiando la niña recién nacida, que recibe el nombre de Eismena, á la guarda de las hadas. Rubena desaparece por completo, y en la escena siguiente se nos presenta Eismena, ya pastora, apacentando sus ganados en un valle solitario.
La riqueza y fecundidad de imaginación, que aun hoy admiramos en las mejores novelas de esta época; el brillo deslumbrador de sus palacios suntuosos, llenos de oro y piedras preciosas; sus islas flotantes, sus caballos alados, sus anillos mágicos, sus armas y castillos encantados, sus hadas, gigantes y enanos, hubiesen arrastrado imaginaciones más frías que las de los españoles.
Creeríase que sale de las profundidades de la tierra y que el señor de Golfín, el hombre más serio y menos supersticioso del mundo, va a andar en tratos ahora con los silfos, ondinas, gnomos, hadas y toda la chusma emparentada con la loca de la casa.... Pero, si no me engaña el oído, la voz se aleja.... La graciosa cantora se va.... ¡Eh! Muchacha, aguarda, detén el paso.
María Teresa se creía transformada en una princesa de un cuento de hadas, pues no tenía otra ocupación que la de divertirse de la mañana a la noche, bajo la dirección de un maestro de ceremonias parecido al Príncipe Encantador. Las mañanas eran dedicadas al bosque; por las tardes había siempre diversiones nuevas; en cuanto a las noches, terminaban invariablemente en el teatro o en las tertulias.
Y Tónica le escuchaba con la mirada fija, el entrecejo fruncido, los labios apretados, como si dentro de su cabecita se agitase una idea tenaz, mientras Micaela abría sus muertos ojazos con la expresión de una niña que oye un cuento de hadas.
Pero nada tan curioso, tan deliciosamente bello y suntuoso como las casas de los mas ricos propietarios, en las principales plazas y calles, verdaderos palacios de hadas, de un orientalismo encantador.
Pues como su ahijada no era bastante buena, no la consideraba digna de curarse y viajar con ella por el País de las Hadas, en un cochecito de marfil arrastrado por dos mariposas azules.
Las fiestas de noche que allí se dan en medio del incendio de luces con que brillan, semejan un cuento de hadas: sus orquestas y teatros, entre los que ocupa el primer lugar el llamado de las flores, por serlo así en realidad: sus canales y puentes, sus montañitas y cascadas, le convierten en un jardin encantador.
Es una reina altiva, mientras que la señorita de Lavalle es una deliciosa princesita de cuentos de hadas. Princesa, esa es la palabra; se ve en toda ella la raza, y lo que chocaría en otras, en ella es encantador. Se susurra que es cosa decidida el matrimonio de su prima con el señor de Couprat. Así he oído decir.
Palabra del Dia
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