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Actualizado: 3 de junio de 2025
Y uno en otro confiados Viven en su amor tranquilos. ¡Ah, qué santas alegrías! ¡Ah, qué goces no sentidos Vuelan como blancas hadas Por la cuna de los hijos! ¡Cada cuadro es un recuerdo, Cada mueble es un amigo, Cada lágrima es un beso, Cada dicha es un suspiro!» Mi marido abrió los brazos. ¡Qué alegría, Dios mío! Y es que no hay canciller como un poeta lírico para «hacer las paces...»
Por un instante había creído encontrar remedio á su aburrimiento, entregándose á la borrachera de la construcción; sacando de la nada la nueva Bilbao; levantando barriadas de palacios sobre los campos yermos, con la misma facilidad que en los cuentos de hadas.
De aquí las patrañas o mitos de las hadas y encantadoras como Circe y Calipso, que convertían a los hombres en bestias; la ginecocracia, esto es, el imperio de la mujer, establecido en muchas partes, como en el país de las Amazonas y en la Arabia Feliz; y el omnímodo influjo, ora funesto, ora útil, que ejercieron algunas damas en los varones más crudos y valerosos, como Onfale en Hércules, Dálila en Sansón, Betzabé en David, Egeria en Numa, y Judit en Holofernes.
Cuando sus hermanitos y sus primos se fueron a jugar y la dejaron sola, ella preguntó a la niñera: Miss Mary, ¿cree usted que hay hadas? Sin entenderle, sin escucharla siquiera, miss Mary repuso: «Yes, my dear, yes». «¡Qué tontas son estas inglesas! pensó Lita.
Como los niños de los cuentos de hadas, cuando se pierden en obscura y tempestuosa noche, en medio de un bosque lleno de malezas, precipicios y tal vez fieras, veo siempre a lo lejos resplandecer la lucecita que ha de guiarnos a un espléndido alcázar, donde genios bienhechores han de albergarnos, restaurarnos y regenerarnos.
LA CHOUTE. ¡Mejor todavía...! ¡La señora de Lenclos soy yo...! LA CHOUTE. ¡Cuando yo te lo digo...! ¡Pero procura callártelo, porque me arruinarías...! BEAUVALLON. ¡Vaya una historia...! LA CHOUTE. ¡Es un cuento de hadas, amigo mío!
Verdad es que no calla la historia que hacia mal una cortesía; pero confiesa que baylaba como las hadas, cantaba como las sirenas, y hablaba como las Gracias, y estaba colmada de habilidades y virtud. Adorábala el amado Nabuzan; pero tenia Falida ojos azules, lo qual causó las mas funestas desgracias.
Quiero ser libre, ¡vivir libre!... Sorprendióle la noche vagando por San Fernando y no dando con ningun marinero amigo decidió retirarse. Y como la noche era hermosa y la luna brillaba en el cielo transformando la miserable ciudad en un fantástico reino de las hadas, fuése á la feria.
De este modo el suelo de nuestro cuarto se ha convertido en una especie de terreno en que lo real y lo imaginario se confunden; algo así como una región intermediaria entre nuestro mundo positivo y el país de las hadas.
La historia de la Severa Villafañe es un romance lastimero, es un cuento de hadas en que la más hermosa princesa de sus tiempos anda errante y fugitiva, disfrazada de pastora unas veces, mendigando un asilo y un pedazo de pan otras, para escapar a las asechanzas de algún gigante espantoso, de algún sanguinario Barba Azul.
Palabra del Dia
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