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Actualizado: 16 de junio de 2025


En mi segunda carrera debiera haber llegado a general según mis servicios, que a otros fajaron haciéndolos muy flacos a la patria; pero era yerno de un diputado: quitáronme las charreteras, envolviéronme en la común desgracia, y las circunstancias me llevaron a Ceuta, adonde bien sabe Dios que yo no quería ir; allí hice la vida de presidiario y de mal casado, que cualquiera de estos dogales por solo bastara para acabar con un hombre.

Es verdaderamente muy singular este hecho, probando los extravíos á que llevan las falsas teorías hasta á los hombres de talento, haciéndolos renunciar, de propósito deliberado, á las ventajas del antiguo sistema, que llegó á su perfección, y sustituyéndolo con un metro, que á la larga se hace muy pesado, ó con simple prosa.

Con arreglo a este principio, Goethe se libertaba de sus pasiones desgraciadas, de los recuerdos que más pesar le traían, de los deseos que más le atormentaban y hasta de sus remordimientos, tomándolos por objeto de su observación, haciéndolos asunto de su imitación, buscando en ellos lo característico, y acudiendo luego con la poderosa fantasía a bordar sobre aquella traza primera un poema, una leyenda o un drama; una obra de poesía, que le dejaba consolado y libre, y que debía ejercer sobre los demás hombres el mismo benéfico influjo que sobre él ejercía.

Esta fué mi primera resolucion, menos en lo del terreno neutro que queria establecer en las tierras de los Mbayás. Para pensar así, me fundaba en que el tratado quiere que los límites queden bien marcados y conocidos, lo que se consigue ciertamente, no haciéndolos pasar por rios ó montes, sino dejando los vasallos bien separados.

Sobre fondos de menuda arena ó agarrados á la roca vivían los moluscos en el refugio de sus conchas. La necesidad de entregarse al sueño con relativa seguridad, sin miedo al devoramiento general, que es la ley oceánica, preocupa á todos los seres marinos, haciéndolos constructores é inventores.

6 y Anás, príncipe de los sacerdotes, y Caifás, y Juan y Alejandro, y todos los que eran del linaje sacerdotal; 7 y haciéndolos presentar en medio, les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto? 8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Príncipes del pueblo, y ancianos de Israel:

Se murmuraba, en la tertulia, de los ausentes, en presencia de Maltrana, cambiando el género de sus nombres, haciéndolos femeninos. «La Enriqueta cree tener talento, y es una fregona.» «La comedia de la Pepa no vale nada...» Por la noche iban todos ellos a lo que llamaban gran mundo, a las reuniones frecuentadas por sus familias o a los palcos de la gente aristocrática.

Y no es menos seguro que el cristianismo español, tal como fue introducido en América por los conquistadores, contenía más elementos diabólicos que divinos, más miedo que amor, más mal que bien, quitando a los hombres toda confianza en mismos y haciéndolos esclavos del terror.

Reinaba en la España de ese tiempo una inspiración poética especial, que se extendía desde los autores más distinguidos á los más inferiores, haciéndolos partícipes de brillantes cualidades, de las cuales quizás hubieran carecido en circunstancias menos favorables, por cuyo motivo no es fácil encontrar una obra dramática del tiempo de Lope ó de Calderón, en que no aparezca alguna buena propiedad, alguna invención feliz, algún rasgo brillante de imaginación, ó por lo menos un estilo poético sobresaliente.

Levantáronse todos cuando entraron los forasteros, haciéndolos acomodar en los mejores lugares que se hallaron, y, sosegada la Academia al repique de la campanilla del Presidente, habiendo referido algunos versos de los sujetos que habían dado en la pasada, y que daban fin en los que entonces había leído con una silva al Fénix, que leyó doña Ana Caro , décima musa sevillana , les pidió el Presidente a los dos forasteros que por honrar aquella academia repitiesen algunos versos suyos, que era imposible dejar de hacerlos muy buenos los que habían entrado a oír los pasados; y don Cleofás, sin hacerse más de rogar, por parecer castellano entendido y cortesano de nacimiento, dijo: Yo obedezco, con este soneto que escribí a la gran máscara del Rey nuestro señor, que se celebró en el Prado alto, junto al Buen Retiro, tan grande anfiteatro, que borró la memoria de los antiguos griegos y romanos.

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