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Actualizado: 25 de junio de 2025


; indudablemente, éste es el señor amable, éste es el señor voluble, éste es el señor ardoroso que recitaba versos aquel día, allá en mi niñez, en una sala húmeda con una sillería de reps verde. La carta que Azorín ha recibido de Pascual Verdú dice así: «Petrel...

Esta impresión de la escuela, fría y húmeda, donde se entumecen los pies, donde recibe uno, sin saber casi por qué, frases duras, malos tratos y castigos, esa impresión es de las más feas y antipáticas de la vida.

El profesor temía las escaleras y las cuestas á causa de su obesidad de sedentario dedicado á los estudios; pero, á pesar de esto, acometía valerosamente cualquiera de las rampas en torno á las patas de la mesa, llegando arriba congestionado y jadeante, con su honorífico gorro en una mano, mientras se limpiaba con la otra el sudor de la frente, echando atrás la húmeda melena.

El curso de las estaciones era para él en aquellos momentos algo embrollado que exigía cálculos. Habían transcurrido cinco meses desde las últimas entrevistas en este square que ofrece á las parejas errantes el refugio de una calma húmeda y fúnebre junto á un bulevar de continuo movimiento y en las inmediaciones de una gran estación de ferrocarril. La hora de la cita era siempre las cinco.

Sólo turbaban mis reflexiones el caer de las gotas de agua que doblegaban las hojas con su peso y el olor de la tierra húmeda que me recordaba las mejores horas de mi vida. De tiempo en tiempo, decíame el cura: Pero sabes que es curioso. ¡Qué cantidad de babosas! ¿Creerás, Reina, que he encontrado ya más de quinientas?

Los objetos ofrecíanse indecisos y temblorosos, como si hubieran perdido sus contornos, y la luz se filtraba con trabajo por aquel cielo de algodón para sumirse luego en la tierra negra y húmeda. Respirábase en este ambiente espeso, que no hería apenas ruido alguno, cierta calma: pero una calma que oprimía en vez de refrescar el corazón. Volví los ojos hacia la ciudad.

El suceso no era para tomarlo a risa. No se trataba de un cólico vulgar, y la pobre bestia, sostenedora inconsciente del prestigio de la familia, revolcábase abajo, en la obscura y húmeda cuadra, quedando panza arriba y con las patas agitadas por un temblor convulsivo. La situación fue ridícula y conmovedora.

En otro lugar de la misma obra añade: «Y assí no son las casas de Sevilla tan altas como las de Castilla la Vieja, porque de ser la ciudad tan húmeda y caliente, de industria las edifican sus moradores algo bajas, á fin de que las entren mejor los aires y desta causa abiertas y en Patios y Corredores.

¿Pero dónde estará ese maldito perro? preguntó la Golondrina. Apenas os ha visto salir del carrizal ha desaparecido; parece que le dan asco las escopetas; pero yo juro que me las pagará, , me las pagará; volveré al pueblo y le daré pan con alfileres o con fósforos para que reviente. Todo esto lo decía la Golondrina poniéndose puñados de húmeda arena en las heridas que le había hecho Fortuna.

El aire salino los obscurecía, dándoles un tono de pan moreno; la piel blanca de las rubias amarilleaba con la tonalidad del marfil viejo. La brisa húmeda barría los polvos de la cara, conservándolos únicamente en las arrugas y oquedades de la piel, formando un barrillo blanco.

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