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Actualizado: 6 de junio de 2025
Gutiérrez no había sabido despertarla... Gutiérrez no me había dado la ardiente vida que yo necesitaba... El público entretanto me aplaudía... los poetas me dedicaban madrigales... yo era Filis, Venus... sol... luna... lucero ya era la incomparable Dorotea... la diosa del teatro.
Don Juan María Gutierrez, que escribió la interesante biografía que precede á esa coleccion, dijo con este motivo: Sobre la tumba sangrienta Que abrió el plomo del tirano, Donde reposa un hermano Que me dió la sociedad, Derramaron ya las flores De poética armonía, Vates de la patria mia, Bardos de la libertad.
Dijérase que en tal barrio no vivía criatura humana. Parecía aquello, más que realidad de los tiempos presentes, engendro fantástico de un poeta de 1838, de un Espronceda, de un Zorrilla, de un García Gutiérrez.
El que ha pasado por ese trance, sabe que no es el más a propósito para entregarse a la improvisación poética... Sin darse cuenta de lo que Gutiérrez González hacía, pero reconociéndolo, el amigo se le acerca y le pregunta naturalmente: ¿Qué estás haciendo, Gregorio? Déjame, por Dios, Vicente, ¡Que estoy pasando actualmente Las penas del Purgatorio! contesta en el acto el incorregible poeta.
A Gutiérrez González no se discute, y es una grave impresión de respeto por ese hombre la que siente el extranjero al contemplar la adoración serena de un pueblo por el intérprete armónico de sus cosas más íntimas... Así recitaba la Francia las primeras meditaciones de Lamartine; así suena aún en los hogares de Escocia el eco tierno de Burns... Nacido en tierra americana, respirando la atmósfera de nuestra época, enfermo de las mismas nostalgias mortales que sombrean el espíritu de casi todos nuestros poetas, cantando en nuestra lengua... ¿en qué puede fundarse un colombiano para sotenernos que, sólo para ellos, Gutiérrez González es un gran poeta? ¿En qué se fundaba la generación anterior a la nuestra para encontrar las imprecaciones de Mármol contra Rosas, dignas de Juvenal o de Hugo, o para extasiarse ante las laboriosas estrofas de Indarte?
Antes de esta imitacion de Byron, habia aparecido una traduccion de don Juan María Gutierrez, de la cual el autor tomó el siguiente giro poético: Se hallan dos corazones Tan fuertemente unidos, Que unos y otros latidos Se escuchan á la par.
Terrible confusión en el público. Cuatro espectadores baten palmas a la presidencia. Dos gritan: Que siga, que siga. Gutiérrez, con amargura: Señor presidente, veo con claridad que aquí, como en la calle, no se respeta la justicia. Renuncio al uso de la palabra... Antes de sentarme, sin embargo, os diré que, aunque vosotros no la veáis, la avenida sube, sube, y concluirá por ahogaros.
Palabra del Dia
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