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Actualizado: 21 de mayo de 2025
De pronto, vio plantadas ante él, mascullando palabras ininteligibles y extendiendo vergonzosamente las manos, dos niñas entecas, dos cabezas con el pelo revuelto y erizado como espantables Medusas, mostrando las piernas enflaquecidas y desnudas por debajo de los guiñapos que las servían de faldas. Una profunda conmiseración invadió el ánimo de Juanito. Aquéllas eran aún más desgraciadas que él.
Por otra ventana veía el descampado de las Cambroneras, un gran espacio de tierra atravesado por un riachuelo, en el que lavaban sus guiñapos las gitanas, flotando sobre la corriente trapos y pedazos de periódicos. Enfrente abríase un gran portalón dando entrada a una callejuela de guijarros flanqueada por dos hileras de casuchas.
Un poquito de afición... lo demás que dicen de mí es mentira. La escopeta estaba oculta bajo las tejas; el hurón dormía en el doble fondo de una caja cubierta de guiñapos, respirando por los agujeros abiertos en la madera. Cuando se presentaba Maltrana, su amigo el Mosco, como una demostración de gran confianza, le enseñaba la bicha, la joya de la casa, lo que más amaba.
Cuanto más le miro, más asco me da: la mugre le brota encima, como el verdín en las casas viejas... me parece imposible que pueda vivirse de esta manera, y tan contento; ¡ah! pero él está contento, porque es honrado, porque, en medio del vicio, ha sabido mantener limpia la conciencia... ¡qué bueno debe ser mirar para adentro y no ver ninguna mancha! ¡qué bien se debe dormir, aun envuelto en el poncho de Agapo, dentro del caño! pero, con esta comezón del remordimiento, no es posible conciliar el sueño... Cada vez estoy más decidido a matarme: me estoy mirando en el espejo de Agapo, y me horrorizo, de verme con su chambergo roñoso, sus guiñapos prestados, y la cara abotargada por las malas noches... En él es el vino; en mí sería el juego... y todavía, él sale ganando en la comparación, pues si ha tenido que ver con las comisarías, no ha estado nunca en la cárcel: Agapo es honrado y yo un falsificador... ahí viene el tren, ¿me echaré en los rieles? ¡sería horrible! mejor es el revólver, que el tren y que el río...
Porque podemos decir, para orgullo de D. Amaranto, que él es el alma del negociado. Sus calzones, en guiñapos, lucen pintorescos festones sobre los zapatos; sin herretes y sin trencillas, y su chapeo ha soportado las lluvias de cinco inviernos; y su carrick el rigor de cincuenta ventiscas.
Las vacas movían el baboso hocico, sin ninguna inquietud, al ver el tren y volvían de nuevo á rumiar con la cabeza baja sobre el verde del prado. Grupos de mujeres lavaban sus guiñapos casi tendidas al borde de arroyos de líquido rojo, como si fuese sangre. Era el eterno color del agua en los alrededores de Bilbao: los lavados del mineral enrojecían hasta la corriente del Nervión.
¡Sangre!... El rojo escandaloso de la sangre por todas partes: en la chaqueta y la camisa, que cayeron como guiñapos al pie de la cama; en la blancura rígida de las gruesas sábanas; en el cubo de agua que se iba coloreando al mojar Pep un trapo para lavar el busto del herido. Cada prenda arrancada de su cuerpo esparcía en torno una menuda lluvia.
Después, Zaratustra enseñaba con orgullo de artista los adornos de algunos trozos de pared libres de guiñapos: estampas de santos, cromos de señoras en pelota, o con bailarinas de color de rosa, todo recogido al azar, en el curso de la busca, y que inmediatamente tomaba sitio en el dormitorio con ayuda de tachuelas o pan mascado.
Palabra del Dia
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