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Actualizado: 2 de junio de 2025


Del hombro izquierdo del arquero pendía un ferreruelo blanco, con la roja cruz de San Jorge en su centro. ¡Hola! exclamó guiñando rápidamente los ojos, deslumbrados por la brillante luz del hogar y de las antorchas. ¡Buena lumbre, buena compañía y buena cerveza!

Interrumpiendo su ristra de lugares comunes, dichos campanudamente, como si estuviera en la escuela, añadió en voz baja, guiñando maliciosamente los ojos: ¿Se ha fijado, señor Bautista, en toda esta gente?... Ayer hablaban pestes de usted y su familia, y bien sabe Dios que en muchas ocasiones les he censurado esa maldad.

Un asno extraviado, suelto de su recua, comiose las escasas hierbas de su alrededor, y limpió de polvo con sus resoplidos el lecho del hombre tendido; un perro vagabundo, con aquella profunda simpatía que siente la especie por los borrachos, después de lamer sus empolvadas botas, se había echado a sus pies, y yacía allí guiñando un ojo a la luz del sol; a manera perruna, adulaba con la imitación al humano compañero que había escogido.

Aquí los tienes dijo sentándose al lado de su hermano. Mira a mamá ¡qué bien está! Tan guapetona como siempre añadió guiñando un ojo y apuntando con los labios a su madre, que estaba sentada de espaldas a ellos. ¿No te apetece darla un beso?... Vamos, dáselo...

Rafaela y Jacinta respiraron, pasmadas del valor de su amiga, a quien veían como una criatura sobrenatural. Con que vamos a ver prosiguió esta guiñando los ojos, como siempre que exponía un asunto importante . Nosotras nos llevamos al niñito, y le damos a usted una cantidad para que se remedie... ¿Y qué hago yo con un triste estipendio? ¿Cree que yo me vendo?

Mis negocios van bien, señor Vicente dijo Maltrana contestando a su pregunta . ¿Y usted adónde va? ¿A la propaganda? El santo varón sonrió, guiñando con inocente malicia sus ojos pitañosos. No hay que descansar, señor de Maltrana.

Vista así la nave del Estado, diríase que de tortuga se convertía en cangrejo cada vez que un peligro se acercaba. Pero, capitan, ¿por qué sus estúpidos timoneles se van por ese lado? preguntaba muy indignada la señora. Porque allí es muy bajo, señora, contestaba el capitan con mucha pausa y guiñando lentamente el ojo.

Difícil para montar me dijo un criado de caballeriza, guiñando el ojo. Lo veo, muchacho, pero voy á sorprenderla, mira. En el mismo instante me senté en la silla sin tocar el estribo, y en tanto que Proserpina reflexionaba en lo que sucedía, me afirmé sólidamente.

Por mi parte os prometo media azumbre de vino los domingos, mientras estemos en poblado, dijo el otro. Es gascón y del añejo, agregó guiñando un ojo para dar más valor á su oferta. No, no puede ser, contestó el joven. Otro es mi destino y si he de llegar á él en sazón no puedo permitirme muchas paradas tan largas como ésta. Con Dios quedad.

Por un lado, un mocetón con patillas negras, quien sonaba como una panoplia vieja cuando se movía, con su cuchillo de monte y su cartuchera y el cuerno de municiones, sin mencionar que sus polainas hebilladas hasta las rodillas le hacían parecer aún más alto; en el otro extremo, un viejecito, apoyado muy tranquilamente en un árbol, fumaba en su pipa, guiñando los ojos como si tuviera sueño.

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