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Actualizado: 2 de junio de 2025


Realmente se interesaba por el curso de la recolección. La acometividad que sentía contra los trabajadores, su deseo de vencer a los de la huelga, le hacían ser laborioso y tenaz. Acabó por establecerse definitivamente en la torre de Marchamalo, jurando que no se movería de allí hasta que terminase la vendimia. Esto marcha decía al capataz guiñando los ojos con malicia.

Vuelto de espaldas al príncipe, iba soltando el chorro de su límpido optimismo, de su fe simple, que desgracias y reveses no lograban conmover. Ahora ya los han clavado sobre el terreno: no avanzarán. Dentro de poco será el contraataque. Lo ; me consta. Se frotaba las manos, guiñando un ojo maliciosamente. Y los americanos llegan y llegan.

Bendito sea tu pico, palomita exclamó dirigiéndose á su mujer. Nada dices, mi alma, que no esté puesto en razón. Ahora mismito voy á ordeñar. Eladia, enciende el farol. Vamos, déjate de palabras necias y arrea. ¡Que viva, eh! decía Martinán guiñando el ojo á los tertulios. ¡Vaya una mujercita despachada!

Ya yo lo que es eso dijo guiñando un ojo y dando palmaditas en la espalda de Maltrana . ¡Las mujeres!... No hay nada como ellas para que un hombre ande lampando tras la peseta... Todas son gastosas, y no están contentas hasta que le sacan al hombre las mismísimas entrañas... ¿Cuánto necesitas? ¿Tres pesetas? ¡Pero muchacho, si con eso no tienes ni pa una misa!

, , un asunto de que en mal hora se ha encargado interrumpió la señora Princetot. Más perspicaz que el Príncipe su esposo, ella había ya sospechado que Delaberge venía sin duda por esta misma cuestión de deslindes y temió que su marido hablase demasiado. ¿Qué sabes de estas cosas? replicó Princetot guiñando con gesto de misterio sus ojos.

El jefe de los otros, pillastre de patente, con más asomos de bozo que de vergüenza y que se llamaba Pipa, sacando por algunos hilos que se escapaban de la camisa del primero la madeja que ocultaba, cortóle sus vuelos, y echando la zarpa al bulto, dijo, guiñando el ojo á los suyos: Arría en banda, Cafetera.

Después dio un suspiro, y guiñando los ojos para mirar a Fortunata, se expresó así: «¡Buena la hemos hecho, buena!...». Y ambas estuvieron calladas un rato, mirándose. Señora dijo de improviso la parida, como queriendo romper un secreto que abruma . Yo tengo que pedir a usted perdón... ¡A !, perdón... ¿de qué?

Los maliciosos, guiñando el ojo al decirlo, sostenían que de los tres enemigos del alma la carne era el más temible, y que Dios había dicho: «crescite et multiplicamini», y que era tontería oponerse a las leyes de la naturaleza.

Don Carlos tenía también el Cantar de los cantares, en la versión poética de San Juan de la Cruz. Estaba entre los libros prohibidos para Anita. A no me la dan decía don Carlos guiñando un ojo ; esta amada podrá ser la Iglesia, pero... yo no me fío... no me fío....

Mira al secretario del ayuntamiento qué casa tan hermosa está levantando en la plaza.» ¿Y qué sueldo tiene el secretario? preguntaba Octavio. Diez mil reales. ¿Y con diez mil reales al año se levantan casas magníficas? Ahí verás respondía D. Baltasar guiñando maliciosamente el ojo izquierdo.

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