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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Sus dueños ansiaban desprenderse de ellas, agobiados por los gastos de sostenimiento. Y compró el castillo de Villeblanche-sur-Marne, edificado en tiempos de las guerras de religión, mezcla de palacio y fortaleza, con fachada italiana del Renacimiento, sombríos torreones de aguda caperuza y fosos acuáticos en los que nadaban cisnes.

Los azares de nuestras guerras civiles lo lanzaron a la acción, y fué montonero unitario, conspirador de la Asociación de Mayo, periodista de oposición, emigrado, adversario periodístico de Rosas y después de Caseros, diputado, senador, ministro, gobernador, presidente y general.

Después de cuatro dias que Rocafort y Montaner llegaron á Epheso, entró tambien Roger con todo el ejército. Alegráronse todos de ve á Rocafort amigo y compañero en todas las guerras de Sicilia, por el socorro que les traia, que hallándose lejos y en tierras enemigas fué de grande importancia, y aumentó mucho las fuerzas de los Aragoneses.

«Fue a parar a Venecia dice Pacheco y a posar en casa del Embajador de España, que lo honró mucho, y le sentaba a su mesa, y por las guerras que había, cuando salía a ver la ciudad, enviaba a sus criados con él que guardasen su persona.

Mientras las luchas religiosas desgarraban el seno de Francia; mientras gemía la Alemania bajo el peso de la guerra de los treinta años, gozaba España de paz y tranquilidad interior, cuyo bien, aunque comprado á costa de la libertad y del progreso en la gobernación del Estado, no deja también de ofrecer ventajas relativas, comparándolo en sus inmediatos efectos con los debidos en aquellos países á las guerras de religión.

Desde luego, cuente Vuestra Alteza con que el rey de Francia vería el cielo abierto el día que los ejércitos ingleses cruzasen el mar, en persecución de los infieles de Oriente. Os conozco demasiado, Chandos, para no saber que esas palabras os las dicta vuestra razón, no el temor ni el cansancio de las guerras. ¡Qué enorme multitud!

De esto y del desastroso fin de todos ellos, nació en Doña Hermenegilda un aborrecimiento tan vivo de las guerras, que no se le podía mentar nada de lo tocante al fiero Marte y su culto sangriento.

Pero venía de improviso a cortar estas consideraciones, la idea de nacionalidad, aquel sistema de islas que yo había forjado, y entonces decía: «Pero ya: esto de que las islas han de querer quitarse unas a otras algún pedazo de tierra, lo echa todo a perder, y sin duda en todas ellas debe de haber hombres muy malos, que son los que arman las guerras para su provecho particular, bien porque son ambiciosos y quieren mandar, bien porque son avaros y anhelan ser ricos.

Propuso uno de los dos Embajadores, el más antiguo en años, su embajada: que los Catalanes y Aragoneses después de hechas las paces entre Cárlos Rey de Nápoles, y Don Fadrique Rey de Sicilia, á quien ellos servian, determinaron no buscar reposo en su patria, sino acrecentar con nuevos hechos la gloria militar y fama adquirida en las pasadas guerras: que tenían para esto fuerzas bastantes en número y valor, soldados ejercitados por una larga y peligrosa guerra, Capitanes conocidos por sus victorias y nobleza de sangre; que en nombre de todos ellos le ofrecían su ayuda contra los Turcos con doblado gusto y aficion, por ocupar sus armas á favor de la casa de los Paleólogos, amigos únicos de la de Aragon, cuando sus partes estaban muy caidas, y dilatar su Imperio, destruyendo juntamente el de los enemigos del nombre Cristiano, que con tanta audacia y orgullo le querian establecer en las Provincias usurpadas al Imperio Griego.

¿Por qué, no el monarca, que como particular dista bastante de ser tan rico, sino el Estado cuando salga de guerras y de apuros, no ha de imitar aquí al emperador munífico de que voy hablando? En pocas cosas podría emplearse el dinero con mayor beneficio del buen gusto, de la general ilustración y de la cultura. No es feo el teatro del Príncipe.

Palabra del Dia

hociquea

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