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Los estranjeros, habiendo visto callar al Español, estaban muy falsos , cuando el Cojuelo, sentándose mejor y tomando la mano , y en traje castellano, que ya había dejado a la guardarropa del viento el turquesco, les dijo: Señores míos, mi camarada iba a responder, y a , por tener más edad, me toca el hacello; escúchenme atentamente, por caridad.

Por algunos de estos tragaluces entraba en pleno día resplandor de gas. En la alcoba del gabinete de la derecha se instaló el lecho matrimonial; la de la sala, que era mayor y más clara, servía a Rosalía de guardarropa, y de cuarto de labor; la del gabinete de la izquierda se convirtió en comedor por su proximidad a la cocina. En dos piezas interiores dormían los hijos.

De repente vio, casi con imágenes plásticas, las ideas de orden, de moral casera, ordinaria, sumidas en una triste y pálida y desabrida región del espíritu; oscurecidas, arrinconadas, avergonzadas; las vio, como el guardarropa anticuado y pobre de una dama de aldea, ridículas; eran como vestidos mal hechos, de colores ajados; ella misma se los había vestido y sentía vergüenza retrospectiva; , ella, a pesar de su prurito de originalidad, participaba de tantas y tantas preocupaciones, estaba sumida en la moral casera de aquellas señoras de pueblo que no aplaudían a los cantantes ni solían tener queridos.

La esposa de Adán barrió y lavó los pisos de la entrada de la casa, de la cocina y del dormitorio. También puso una colcha nueva sobre la cama y frotó las sillas con arena y jabón. Después inspeccionó el guardarropa de la familia, y al ver que las pieles de cordero de su marido no estaban presentables, le confeccionó en un momento una casaquilla de hojas secas. ¡Para un hombre, bien estaba!

Además, nunca le recomendaré bastante que dedique todos sus cuidados al «guardarropa». Una mujer enamorada debe estar siempre dispuesta a las conversaciones inesperadas; a partir de los treinta y cinco años, en cuanto un hombre tiene un... motivo de conversación, quiere aprovecharlo en seguida, ante el temor de que esta conversación decaiga; esté usted siempre engalanada y emperifollada; no provoque la charla, pero compóngaselas para favorecerla.

Todo lo que le rodeaba hacía surgir en su memoria la imagen de aquel Jorge elegante, cuidado por ella con mimos infantiles. Había vigilado su guardarropa, se preocupaba del mérito de sus sastres, tenía que sufrir sus protestas varoniles cuando pretendía vestirlo interiormente de telas finísimas y encajes, lo mismo que ella.

Ahora sigue todo este aparato una infinita tropa de carros largos, llenos de comida y vestidos de mujeres y de hombres, que es la guardarropa de la Fortuna; y con ir tantos como la siguen desnudos y hambrientos, no les da un bocado que coman ni un trapo con que se cubran, y aunque los repartiera con ellos, no les vinieran bien, que están hechos solamente a medida de los dichosos.

Destinósele una habitación contigua a la alcoba de la señora, y que le servía a esta de guardarropa. Había allí tantos cachivaches y tanto trasto, que la huéspeda apenas podía moverse; pero dos días se pasan de cualquier manera.

Estarías admirablemente. Creo que debes encargarte el traje en seguida. Amparo sonrió maliciosamente Ya está encargado y ya está hecho. Mira. Y abriendo el cuarto guardarropa le mostró un maniquí vestido de reina de Escocia. Llegó al fin el día del baile. Los periódicos lo anunciaron por última vez haciendo resonar fuertemente el bombo y los platillos.

Al lado de la duquesa tenia que compartir su gloria, contentándose con un jirón. Y fué á reunirse con los ingleses de Beaulieu, que deseaban conocerle de cerca y beber con él una botella de champaña, proclamándolo el fenómeno más interesante que habían encontrado en sus viajes. Alicia y el príncipe se dirigieron hacia el guardarropa.