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Estábamos en Sanchidrián, á veinticinco leguas de Madrid, al otro lado de la cordillera del Guadarrama. ¡Bien nos habíamos portado! ¡Cinco horas de sueño de un tirón! Decía que estábamos en Sanchidrián, y que el aguijón del hambre nos había despertado. ¡Oirlo nosotros, y bajar el cristal de la ventanilla, todo fué una sola cosa!

Esos dos algos le pertenece á la familia real.... Allí están la hermosura y la vida. En lo demás, que pertenece al pueblo, están la desolación y la esterilidad. Verdad es que Madrid cambiará en breve, gracias al nuevo canal de Losoya, que le llevará abundantes aguas de los montes de Guadarrama. La capital de las Españas no tendrá sed y podrá fertilizar y embellecer sus campiñas.

Pronunció don Luis estas palabras esforzánzose por aparecer tranquilo pero con tal energía que ni caballeros ni señoras se atrevieron a replicarle; y la Marquesa dio discretamente otro rumbo a la conversación. De allí a poco don Luis se despidió y al poner el pie en el estribo de su berlina, que le esperaba en la puerta, dijo al cochero: «calle del Guadarrama 92, y deprisa

En Yuste....., una tumba abierta, de donde había sido sacado Carlos V. En El Escorial....., otra tumba vacía, de donde también se le había desalojado temporalmente..... Y si se nos ocurría la fantástica ilusión de que la exhumada y escarnecida momia del César, avergonzada de su pública desnudez, pudiese salvar el Guadarrama, en medio de las sombra de la noche, para ir á buscar á Yuste su primitiva sepultura, considerábamos temblando que tampoco encontraría en su sitio el ataúd de madera, sino que lo vería encaramado en aquella antigua hornacina de un Santo que probablemente habrían derribado á pedradas otros liberales de la Vera de Plasencia.....

Están entornadas las maderas; en la suave penumbra, la luz que se cuela por la persiana marca en el techo unas vivas listas de claror blanca. Adornan las paredes cuatro fotografías de los tapices de Goya. Las esbeltas figuras juegan, bailan, retozan, platican sentadas en un pretil de sillares blancos; el cielo es azul; a lo lejos la crestería del Guadarrama palidece.

La gran carretera que comunica á Madrid con las provincias situadas al occidente-norte de la Sierra de Guadarrama, baja por el pié del Palacio-Real, monumento que, si de cerca no me pareció de mucho gusto, tiene de léjos una majestad incuestionable.

Ya vendrá, que lo están haciendo de Madrid á Francia, y la máquina nos pasará por entre las barbas, como, quien dice. Pues no les arriendo las ganancias á los posaderos y muleteros. El mayoral de la otra casa hará sacristan si quiere yantar judías y buen tocino. Quién dijo tal! Usté no entiende el cuento. Pero si todo pasará tan de ligero, quién se ha de apear en Guadarrama!

Los parques y las dehesas del Escorial tienen una frescura que arrebata al viajero, encantado con la contemplacion del panorama que se desarrolla á sus piés, hácia Madrid, por las faldas ondulosas ó abruptas de la Sierra de Guadarrama. Todo lo que puede ser cultivable ó aprovechable de algun modo en aquellas eminencias; pertenece á la casa real.

San Pablo, huyendo de la persecución organizada en tiempo de Décio, se pasó de la Thebaida inferior al desierto, y aquellos lugares, no eran fáciles de estudiar para un artista a mediados del siglo XVII, suponiendo que se le ocurriese; pero él, con superior instinto, buscó un paraje solitario de imponente grandeza, acaso de lo más abrupto del Guadarrama, y allí, entre ingentes peñascos, a la entrada de una espelunca, colocó a los anacoretas en graves posturas, poseídos de unción y llenos de dignidad.

Las victorias sucesivas de Ordoño I, Alfonso el Magno y Ordoño II, dilataron los dominios de esta monarquía, que entonces se llamó de León, hasta la bahía de Vizcaya, el Duero portugués y los montes de Guadarrama.