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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Lo demás, que no es poco, lo pagará el inglés, hombre honradísimo, víctima de las calaveradas de ese mocoso, a quien he de arrancar las orejas. Misia Gregoria, estupefacta, no encontraba palabra que decir.
Gregoria, me atormentas la cabeza, ¡por favor! Pero la señora ya se había disparado. Armó una de gritos y amenazas, que Esteven, aturdido, metió la cabeza bajo las mantas. Sí, tápate los oídos, que me has de oír. Sulfurado, por fin, el marido la llamó vieja por tres veces, como quien tira una piedra a un perro que ladra; y esto no hizo sino aumentar la exasperación de misia Gregoria.
Pues una mujer que ha venido hoy de la sierra dijo D.ª Gregoria me ha contado que también mi pueblo va a declarar la guerra a ese ladrón de caminos; sí, Sr. de Santorcaz, mi pueblo, Navalagamella. Y allí no se andarán con juegos, sino al bulto derechitos.
Había sufrido un examen, y al morir doña Gregoria, era necesario cerrar el establecimiento o encargarme yo de él... Entonces, el bueno de D. Tomás se convino a que se le pagasen los muebles, y... en dos años nada le debo; estoy establecida... soy independiente, tengo un pequeño capital... lo que basta para mi dote... y ya que usted ha venido, me voy al claustro... decididamente... me voy a buscar la paz.
Hay que salir de aquí gritó Bernardino, como un energúmeno. Ya debía haberlo usted hecho contestó Casilda. Gregoria, demudada, metiendo las manos por los ojos de la hermana, exclamó: ¡Nos iremos, sí, y no hemos de vernos jamás, jamás y jamás!
Las dos manos se soltaron, después de rozarse tibiamente; y ambas hermanas sentáronse, Gregoria, pronta siempre a herir; Casilda, resignada a sufrir, sin dar el cambio, todos los golpes, que le fueran dirigidos.
¿Digo yo lo contrario, Pablo? Pero la desesperación me excusa de haber... tenido la idea, porque, no ha sido más que una idea loca, de ir a casa de Esteven; ¡hacerme yo ilusiones de Gregoria! Entretanto...
Pero el atorrante, que creyó percibir dejo de mujer, apresuróse a cargar el lío y a escapar, temiendo tropezar con su cuñada y que le sorprendiera en flagrante delito de profanación y sacrilegio. Adiós, Nanita; ¡Dios te lo pague, hija! Fué a abrir la puerta, a tiempo que misia Gregoria entraba, con Angelita.
Hay que tenerle lástima. ¡Lástima, cuando es un sinvergüenza, un perdido, que deshonra a la familia! Un desgraciado, más bien, mamá replicó dulcemente la niña. Misia Gregoria se sentó.
El criado de Esteven era muy bruto, y se permitía ofrecerle puntapiés cada vez que le veía; luego, como misia Gregoria estaba con frecuencia en la pieza que da al recibimiento, no era posible hablar a Susana, sin que ella lo pispara.
Palabra del Dia
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