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Actualizado: 6 de octubre de 2025
«Flora aborrece el mar,» dícennos. Lo que aborrece es la negligencia del hombre. Desde aquí estoy viendo Etretat, y ante un mar muy enfurecido, en lo más elevado de la costa brava, expuesta á la furia de los vientos, una granja con un vergel y árboles admirables. ¿Qué precauciones han tomado sus dueños?
En una palabra, por todas las cosas de su vida, por todos sus hábitos y sus recuerdos, quería esa propiedad, cuya última hora había llegado. El abate divisaba a lo lejos la granja de Blanche-Couronne; sus techos de teja francesa se destacaban sobre el verde del bosque. Allí también el cura se encontraba como en su casa.
Esos chiribitiles aristocráticos que conservan un aire de grandeza en medio de su desolación, participan de granja, de castillo y de choza. Si conseguimos alquilar la villa Dandolo, quizá no estaremos del todo mal. Bastará con poner algunos vidrios en los balcones. La exposición es admirable, al Mediodía, sobre el mar. El jardín, muy hermoso.
La ocurrencia se celebró mucho y esto volvió el humor a aquel dañino animal. Supo contestar tan bien a la vaya que le daban sus amiguitas, que aquella tarde ganó fama imperecedera de cazurro y de pícaro. Moro se sentó al lado del conde, y mientras comían no cesó de inculcar en su alma la ventaja de traer al palacio de Granja una mesa de billar.
Con la reparadora substancia del almuerzo, los cuerpos parecía que resucitaban, y los espíritus fortalecidos levantaron el vuelo a las más altas regiones. Instalados otra vez en el gabinete, Ponte Delgado contó las delicias de los veranos de Madrid en su tiempo. En el Prado se reunía toda la nata y flor. Los pudientes iban de estación a la Granja.
El loco, con el cuervo al hombro, gesticulando y hablando como en sueños, caminaba, caminaba sin cesar, desde el Holderloch al Sonneberg, y desde el Sonneberg al Blutfeld. Mas durante aquella noche el pastor Robin, de la granja de «El Encinar», iba a ser testigo del más raro y emocionante espectáculo.
Hasta ahora habia creido que no habia en la tierra mansion mas hermosa que la granja de Tunder-ten-tronck, pero ya estoy desengañada de mi error. El inquisidor general me vió un dia en misa, no me quitó los ojos de encima, y me mandó á decir que me tenia que hablar de un asunto secreto. Lleváronme á su palacio, y yo le dixe quien eran mis padres.
Lo mejor era dirigirse al conde. Pero éste se hallaba a la sazón en la Granja. Además, aunque todos, o casi todos, supiesen el secreto de la niña, no era posible darse por enterados. Después de algunos debates decidieron escribirle la siguiente carta, firmada solamente por María Josefa: «Sr. Conde de Onís.
Por fin consiguió Roger ponerlos en paz, y habiendo cesado la lluvia se despidió de aquellos divertidos polemistas. No tardó en divisar grupos de cabañas, campos cultivados y una que otra granja; pero el sol se acercaba á su ocaso cuando el viajero vió á distancia la elevada torre del priorato de Salisbury.
Por supuesto que a este señor no hay quien le sufra desde que las damas le visitan. ¿No advierten ustedes qué impertinente se ha puesto? Temiendo estoy que el primer día que vaya a la Granja me obligue a hacer antesala. Los tertulios reían. Sí, sí, se le notaba más serio.
Palabra del Dia
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