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Actualizado: 8 de mayo de 2025


¡Ah ladrón, profeta falso! gritó el estanciero con voz estentórea. Pero Desnoyers no se inmutó ante el insulto. Había oído muchas veces á su patrón las mismas palabras cuando comentaba algo gracioso ó al regatear con los compradores de bestias.

Volvióse don Quijote a la duquesa y dijo: -Vuestra grandeza imagine que no tuvo caballero andante en el mundo escudero más hablador ni más gracioso del que yo tengo, y él me sacará verdadero si algunos días quisiere vuestra gran celsitud servirse de .

El capitán parisién, elegante y gracioso, habló igualmente de su pasado. Yo, antes de la guerra, trabajaba en la reventa de billetes de los teatros del bulevar. No tengo otro oficio.

El hombre no se movió ni hizo señal alguna de haberla reconocido. Al cabo de algunos segundos Herminia se decidió á alejarse y al volverse, vió, en una ventana del primer piso á la señorita Guichard, que la miraba. Juzgó necesario hacerla un saludo gracioso con la sombrilla y continuó lentamente su paseo, pensando: "Acaso ese viejecito era mi marido.

A lo que se cuenta, cierto oficial de Caballería que vino por aquellos lugares a comprar caballos para la Remonta, y que era guapísimo y muy gracioso y divertido, se enamoró de Juana y logró enamorarla.

Es joven como una mañana y fresca como la flor cuyo nombre lleva y que suele reputarse «la reina de las flores». Más que por este nombre, conócesela por un gracioso diminutivo, que consta de cuatro letras, principia por la tercera del alfabeto y rima con «boca» y con «tapioca».

¿Quieren una prueba?... Atiendan: un caballero insulta a otro; el insultado mira; ve una paliza en perspectiva; siente miedo, y entonces toma de su imaginación un color complementario... un color «sin vergüenza», por ejemplo, y en seguida no más «ve» que el insultador es despreciable, y... ¡lo desprecia! ¡Está gracioso!...

Entonces, ¿por qué me llamaba usted con la mano hace poco? ¡Qué gracioso! ¡Ni que fuera usted perrito! Si fuera perrito, ¿sabe usted lo que haría en este momento? ¿Qué? La lamería la cara. Hombre, ¿sabe usted lo que haría yo con usted entonces? Vamos a ver. Le cogería por el pescuezo y le tiraría a la carretera. No lo creo.

Toda la artillería de los gemelos se dirigió hacia aquella parte del teatro. De todos lados salían estas palabras: ¡Qué bella es! ¡Qué frescura! ¡Qué aire tan gracioso y tan distinguido! ¿Qué edad calcula usted que debe de tener? De veinte a veintidós años. ¡Ca! Apenas tiene diez y ocho. ¿La conoce usted?

Mientras tanto, por espíritu de prudencia y de venganza, por entretener su ocio de hermosa sin empleo, por una especulación de interés y de perversidad, se divertía en desplumar al señor de La Tour de Embleuse. Encontraba gracioso despojarle del millón que le había dado, sin perjuicio de devolvérselo a la muerte de su hija. Era una especie de desquite que se adjudicaba en caso de desgracia.

Palabra del Dia

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