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Actualizado: 4 de junio de 2025


Estás excomulgado. ¡Yo! ¿Excomulgado? dijo Ipintza lleno de terror, y retrocedió y enarboló su blanco garrote. Bueno, bueno gritó Luschía al estudiante . Basta de bromas. Praschcu echó unas cuantas brazadas de ramas secas. Chisporroteó el fuego alegremente; después, unos se pusieron a jugar al mus y Bautista lució su magnífica voz cantando varios zortzicos.

Imposible de toda imposibilidad era ya que Mutileder llegase a donde estaba el marino fenicio, quien se sustraía así a su venganza. Tiempo había de pasar, pampanitos había de haber, antes de que dicho marino se pusiese a tiro de su honda o al alcance de su garrote.

Con la montera terciada y el garrote empuñado por el medio iba de un lado á otro sonriente, provocativo, embromando á unos, injuriando á otros como si el campo de la romería fuese suyo ó no hubiera en dos leguas á la redonda más rey ni más amo que él.

Apareció entonces la formidable cabeza del buey Apis, y a poco, el excelentísimo Martínez de cuerpo entero estaba a su lado, envuelto en su levitón y con su inseparable garrote en la mano.

El puente tenía tres arcos. En el primero, tendido boca abajo sobre la húmeda arena, se hallaba un hombre pobremente vestido. A su lado se veía un zurrón de sucio y remendado lienzo y un garrote. A unos quince pasos de distancia, en la orilla del barranco, se alzaban unos espesos y grandes carrizales cuyas hojas, abrasadas por el ardiente sol del verano, tenían un color rojo amarillento.

Cuadró a todos lo que aquél dijo, y alteró mucho a mi amo; y dende en adelante no dormía tan a sueño suelto, que cualquier gusano de la madera que de noche sonase, pensaba ser la culebra que le roía el arca. Luego era puesto en pie, y con un garrote que a la cabacera, desde que aquello le dijeron, ponía, daba en la pecadora del arca grandes garrotazos, pensando espantar la culebra.

¿Qué dice de esto el tío Merlín? preguntó el alcalde después que, como todo el concejo, le hubo mirado por algún tiempo en silencio, estudiando hasta el rumbo más vago de su garrote.

Dicen que estremecía ver aquel atrevimiento; y un libro viejo cuenta que era «horrible y espantoso, que llena de congojas y asusta el mirarlo». Los ingleses creen que el juego del palo es cosa suya, y que ellos no más saben lucir su habilidad en las ferias con el garrote que empuñan por una punta y por el medio; o con la porra, que juegan muy bien.

Salían de casa a la hora en que correteaban por las calles los grupos de criadas, con sus faldas almidonadas y al cuello el ondeante pañuelito de seda, seguidas por los soldados de caballería, de escandalosas espuelas, torpe paso y embarazados por el sable, como si fuese un pesado garrote. Sus diversiones eran siempre las mismas.

Bajo tus acometidas invencibles cayeron muchos y bravos guerreros de Lorío y cayó también el más ilustre de los hijos del Condado, el famoso Lázaro, que después de Toribión y Firmo era tenido por el más esforzado de los enemigos de Entralgo. No le valió su garrote nudoso de acebuche ni le valieron sus saltos prodigiosos.

Palabra del Dia

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