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Actualizado: 28 de noviembre de 2025
Cansado estoy ya de que me digan todas las mañanas en artículos muy graves todo lo felices que seríamos si fuésemos libres, y lo que es preciso hacer para serlo. Tanto valdría decirle a un ciego que no hay cosa como ver. Como a aquellas horas no tengo ganas de volverme a dormir, dejo los periódicos: me rodeo al cuello un echarpe, me introduzco en un surtú, y a la calle.
Vamos a ver, papá le dijo, hallándole solo en el despacho, con afectada jovialidad . ¿Cuándo me hablas de dinero? ¿De dinero?... ¿Para qué? respondió el duque con sorpresa, mirándola con rostro tan inocente que daba ganas de darle una bofetada.
¡Ya lo creo que se los compraría si quisieran tomarlos!... ¡Si dan ganas de coger un par de ellos y ponerlos en una rinconera, como si fuesen juguetes!...
Bebe ordenó Luis a su amigo. Fermín vaciló. No tengo ganas de beber dijo con voz sorda. Lo que deseo, es hablar contigo, y en seguida. Hablar de algo muy interesante... Está bien: ya hablaremos contestó el señorito sin dar importancia a la petición. Hablaremos tres días seguidos: pero primero hay que cumplir el deber.
Los toros eran otra cosa. ¿De suerte, que no has tenido nunca ganas de matar a un hombre?... ¡Y yo que creía que los toreros...! Se ocultó el sol, perdió la pradera su fantástica iluminación, se apagó el río, y la dama vio obscuro y vulgar el paisaje de tapiz que tanto había admirado.
Ganas tengo de coger mi látigo y daros una lección que bien necesitáis. El asombro de Roger creció de punto, sobreponiéndose á su indignación y por algunos instantes permaneció inmóvil, mirando al insolente caballero y sin saber cómo contestarle en presencia de la dama.
D. Martín, a quien su alma de héroe no le quitaba de tener muchísimas ganas a la herencia del cuñado, cuya salud era endeble, arrugó las narices y murmuró groseramente: Me tiene sin cuidado. No lo creo; no puedo creerlo, D. Martín.
Diole a Currita ganas de reír la pomposa hinchazón con que pronunciaba el ministro demócrata aquellas sonoras palabras: Palacio..., majestad..., rey..., reina, que parecían llenarle la ancha bocaza, y preguntó con su suavidad acostumbrada: ¿Quién?... ¿La Cisterna?... Crecióse el ministro como un toro de Veragua al que plantan una pica.
Nunca como en aquel momento sintió el exaltado chico ganas de tener alas. Apresuró el paso todo lo que pudo, y al llegar a su calle... ¡Dios!... lo que se temía... Fortunata en el balcón, mirando por la calle del Castillo hacia el paseo de la Habana, por donde seguramente había seguido el coche. Subió el joven farmacéutico tan rápidamente la escalera, que al llegar arriba no podía respirar.
A Fortunata le hizo esto tan mal efecto, que sintió ganas de coger la palmatoria y tirársela a la cabeza. Respondió con despecho: «Pues si gana ella, mejor. A mí no me importa nada que él la quiera ni que la deje de querer...». Y ahora la va a querer tanto agregó Maxi impasible y frío , la va a querer tanto, que los amantes de Teruel van a ser paja al lado de ellos.
Palabra del Dia
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