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Actualizado: 28 de noviembre de 2025


Ha llegado en línea recta como rudo andarín al término de un largo y difícil viaje. No es un grande hombre, es una gran voluntad. Es hoy punto de mira y ejemplo de muchos contemporáneos y es cosa rara una tal honradez, llegando bastante alto para dar a la buena gente ganas de imitarle.

Padecí también furor de homicidio, y por poco mato a mi tía y a Papitos. Siguieron luego depresiones horribles, ganas de morirme, manía religiosa, ansias de anacoreta, y el delirio de la abnegación y el desprendimiento...

Al encontrarse sus ojos con los de Miguel, sonrió avergonzado. A éste le acometieron aquellas malditas ganas de reír que tanto daño le causaron, y no faltó mucho para echarlo todo a perder. Por fortuna consiguió refrenarlas.

Contra Tomás no se atrevió a revolverse por no herir los sentimientos de Rosa, aunque buenas ganas se le pasaron de hacerlo.

El día 6, ya con el dogal al cuello, triste y apenas sin esperanza, con ganas de echarse a llorar y sintiendo en su alma como un secreto anhelo de confesarse a su marido, Rosalía volvió a casa de Sobrino Hermanos. Iba por distraerse nada más y arrancar de su cerebro, durante un rato, la temerosa imagen de Torquemada.

Termino este día manifestando un incidente que tiene angustiada á mi mujer, y que, en verdad sea dicho, á no me tiene de buen humor. Desde que he llegado á Paris, no como; no porque no tenga ganas de comer, sino porque estas salsas me repugnan.

Aquello le parecía unas veces romántico hasta la ridiculez, otros ratos sentía ganas de llorar. Una mañana de la primavera de 1872 ocho o nueve meses antes de aquella cena en que los padres de Pepe hablaron de la próxima llegada de Tirso estaban en San Pascual, de Recoletos, tocando a misa de once.

En mis ratos de ocio he leído libros de medicina, conozco el Jaccoud... pero semejante lectura me daba ganas de... vamos, sentía náuseas y se me figuraba oír la sangre circular, y creía que era así... una cosa como el depósito del Lozoya, con canales, compuertas en el corazón.... Bueno, bueno; por no disparate usted más. Hasta la tarde; si hay novedad, avisar.

Y, con un movimiento brusco, me alzó como una pluma: yo me volví a encontrar de pie sobre la piedra. Bueno, ahora siéntate; vamos a conversar seriamente. Me tomó la mano y continuó: Mira, soy un hombre sencillo, he trabajado mucho y pensado poco en ejercitar mi espíritu. , con tu vivacidad, me ganas fácilmente; por eso es que siempre me cuesta trabajo hablarte.

El galán manido se disculpaba con la muchedumbre de sus ocupaciones, hasta que una tarde entró con diversos paquetes de compras, y la dama rondeña vio entre estos el libro, del cual se apoderó al instante con ganas de inaugurar en él la cuenta y razón de un porvenir dichoso. «Pasaré en seguida todo lo que tengo apuntado en este papelito dijo : lo que se trae de casa de Botín, la araña, las alfombras, varias cosillas... medicamentos... en fin, todito.

Palabra del Dia

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