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Actualizado: 8 de junio de 2025
Me he fijado además en la gallardía de su persona, en la natural distinción y no aprendida elegancia de sus modales, en sus ojos llenos de fuego y de inteligencia, en todo él, en suma, que me parece amable y deseable. Los elogios de Vd. han venido sólo a lisonjear mi gusto, pero no a despertarle.
Pero lo más lindo era una chaquetilla de felpa roja, tan raída como bien ajustada, sobre la cual liaba Angustias una faja hecha de dos o tres cintas de colores perfectamente cosidas, con lo que el muchacho parecía un sol, más que un príncipe, algo de sobrenatural en belleza y gallardía, como un Niño Jesús vestido de torero.
Se sentía feliz, aunque no acertaba a dar con la causa de su dicha, y alzaba con gallardía su frente tanto tiempo inclinada bajo el peso del dolor y el desengaño, hallándose más dispuesto a la indulgencia con los demás y más enamorado de la existencia. Pero un día desvaneciose el encanto.
Con todo, el Payo estaba aún resplandeciente, conservando su ingénita gallardía y aquel garbo propio de los buenos mozos. Cruzó el Ministro de Agricultura. Y me acordé al punto de mi ex amiga Petrona. Su marido, Eleuterio, se ha quedado sin cartera.
Efectivamente: ese equilibrio y ese sosiego y esa honrada disciplina, y no otras cosas más feas, acusaban el tranquilo y hondo mirar de sus rasgados ojos azules, su boca tan bien plegadita y tan fresca, la blancura nacarada de su tez, la riqueza sobria y elegante de los contornos de su busto, la finura de su talle y el aplomo reposado y la gallardía de su andar.
Y el soplado personaje, que se sentía dominado por aquellos seis diablillos en cuanto se relacionara con su empresa electoral, no tenía más remedio que parar su caballo cuando se le acercaban los animales, fijarse en ellos, y comenzar a gritar como un energúmeno: ¡Oh!... ¡Magníficos! ¡Qué gallardía! ¡Qué cuarto trasero! ¡Qué anchos! ¡Soberbia raza! ¿Son de usted, buen hombre? preguntaba por remate al conductor.
¡Alza tu tersa frente, juventud filipina, en este día! ¡Luce resplandeciente tu rica gallardía, bella esperanza de la patria mía! Vuela, genio grandioso, y les infunde noble pensamiento, que lance vigoroso, más rápido que el viento, su mente virgen al glorioso asiento. Baja, con la luz grata de las artes y ciencias, a la arena, juventud, y desata la pesada cadena que tu genio poético encadena.
Apesar de sus cuarenta y cinco años, conservaba una frescura de cutis y una gallardía de talle que ni en sus mocedades habían ellos disfrutado: era un hombre verdaderamente notable por su figura: alto como sus hermanos, pero mejor proporcionado, de facciones correctas y varoniles, cabello negro y naturalmente rizado, donde apenas se advertía aún tal cual hebra de plata, patillas negras también, largas, sedosas, el cuello blanco y redondo como el de una mujer, el pie menudo y las manos finas y aristocráticas.
La claridad, las sombras, las formas esculturales, la gallardía de las líneas, el recóndito sonido que se creería producido por la oscilación de la masa arquitectónica; aquel sonido, que hace pensar en la respiración de algún misterioso espíritu, habitante en las grandes cavidades de piedra; la variedad de objetos, la majestad de los sepulcros, el idealismo de los efectos de luz, todo esto produce estupor y recogimiento.
Pitum y Corací, como los vieron Salir con tal esfuerzo y gallardía, Con rabia y con furor arremetieron, Y las picas calaron á porfia. Los gallardos mancebos acudieron Con tal ardid y maña y osadía, Que traban en un punto tal batalla Que Marte no cansára de miralla.
Palabra del Dia
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