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Actualizado: 8 de junio de 2025
Perdida así la gallardía del andar, los cuarenta y pico se asomaban implacables a todas las líneas del rostro: la triste raya de tinta de los bigotes resaltaba sobre la marchita tez; el párpado caído, hundidas las sienes y desaliñado el cabello, parecía el ex buen mozo una de esas desmanteladas torres, bellas a la luz crepuscular, pero que a mediodía todas se vuelven grietas, ortigas, zarzales y lagartos.
El lejano perfume de su persona y su elegante gallardía le recordaban á ciertas señoras que viajaban solas cuando él era capitán de trasatlántico. ¡Pero habían sido tan rápidos estos conocimientos y estaban tan lejanos!... Nunca, en su historia de vagabundo mundial, tendría la fortuna de conseguir una mujer como ésta.
Cargó sobre ellos con tanta gallardia, que les rompió y degolló la mayor parte, pero la que quedaba entrera en reconociendo á los nuestros se fué retirando hacia la aspereza de la montaña.
Es una herencia del genio árabe, tan dado a los certámenes de la fantasía, a sutilizar conceptos y a mostrar la viveza y gallardía del ingenio. ¿De modo que no quiere usted confesar que le he sido simpático? decía él. Nunca respondía ella. ¡Pero si lo estoy leyendo en sus ojos, criatura! Pues, hijo, hay que mandarle otra vez a la escuela, porque no sabe usted leer.
En otro concepto, en el que podemos llamar ortopédico, lejos de ser censurable el ejercicio del toreo, es más digno de recomendación que casi todos los otros ejercicios varoniles, porque no deforma el cuerpo o desarrolla algunas de sus partes a expensas de otras, como la danza, que suele enflaquecer los brazos y desenvolver demasiado las piernas, sino que propende a robustecer por igual todo el cuerpo humano, prestándole vigor, ligereza y gallardía.
Prevalió este último parecer en los votos de los que se consultaban por ser el mas pronto, aunque de más peligro, y de mas gallardia; pero el poder de Berenguer de Entenza, mayor entonces que el de Rocafort, no dió lugar á que la ejecucion fuese la que determinó la mayor parte. Y Ramon Montaner y dice, que las razones y ruegos de muchos no le pudieron hacer mudar de parecer.
Servía en la venta, asimesmo, una moza asturiana, ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta y del otro no muy sana. Verdad es que la gallardía del cuerpo suplía las demás faltas: no tenía siete palmos de los pies a la cabeza, y las espaldas, que algún tanto le cargaban, la hacían mirar al suelo más de lo que ella quisiera.
Pero, cuando ocurre lo uno ó lo otro, la noble hija del Genil se viste, se prende, se presenta, valsa, polka, habla y escucha con tanto gusto, distinción y gallardía, como aquella ilustre y bella Granadina que se sentaba, hace tres años, en el que entonces era el primer trono de Europa, hoy arrumbado sillón sin empleo.
Las dos de labradores se diferenciaban harto. En la primera se había buscado, ante todo, el lujo del atavío y la gallardía del cuerpo; las cigarreras más altas y bien formadas vestían con suma gracia el calzón de rizo, la chaqueta de paño, las polainas pespunteadas y la montera ornada con su refulgente pluma de pavo real; y para las mozas se habían elegido las muchachas más frescas y lindas, que lo parecían doblemente con el dengue de escarlata y la cofia ceñida con cinta de seda.
Detrás venía la hija, hecha un sol, con su lindo vestido de seda chinesca, su mantilla de madroños, su alta peineta de concha y un montón de claveles junto a la peineta. Como el vestido era alto, Juanita no llevaba pañuelo y mostraba toda la gallardía y esbeltez de su talle.
Palabra del Dia
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