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Actualizado: 19 de junio de 2025
Porque al lado de una enferma joven o vieja, fea o hermosa, demostraba una solicitud amable, una especie de galantería intermedia entre el respeto y el amor. El mismo no ha sabido explicarse jamás la naturaleza de este sentimiento, pero todas las mujeres sienten por él una simpatía benévola que puede llevarle muy lejos.
Hermosa dama, la vida no carecerá jamás de poesía para los que tengan la dicha de ver a usted. Este cumplimiento fue disparado con una tal ampulosidad de galantería burguesa, que toda la asamblea aplaudió. El señor Domet se ruborizó hasta el blanco de los ojos y miró las puntas de sus zapatos. Pero la señora Chermidy le llamó de nuevo a la cuestión.
La gobernadora se exaltaba; accionaba con el abanico cerrado sobre su cabeza y llamaba señor mío al Arcediano. Glocester defendía el claustro, pero batiéndose en retirada por galantería, sonriendo y abanicándose. En el salón se hablaba de política local.
Metiéndome por el agua, llegué hasta el ángulo del muelle y dije a los pescadores lo que pasaba, lo que me había dicho el atalayero. Se soltó el bote de salvavidas. Larragoyen y otros marineros fueron entrando, a pesar de los gritos de sus mujeres. A mí me miraban, como diciendo: ¿Qué irá a hacer éste? Salté al bote, y Larragoyen, con una galantería marina, me dijo que dirigiera yo.
La duquesa, que al principio no sintió hacia él sino la gratitud innata de la hermosura para la galantería, fue apreciándole luego como uno de esos hombres peligrosos con quienes la coquetería de la mujer hace el papel expuesto de la imprudencia asomada a un abismo.
Sus après dîners de los viernes llegaron a tener fama, y con igual facilidad se concertaba en ellos un gabinete que se desconcertaba un matrimonio, se ganaba un diputado para la oposición que se perdía una muchacha para siempre, minada al amparo bienhechor de la dama, por esa galantería de algunos salones, que llama un autor, nada asustadizo por cierto, trabajo de zapa que el vicio emplea para minar la virtud.
Porque resultaba victoriosa, en el fondo, puesto que Roussel había tenido que hacer acto de contrición, y en la forma, porque obtenía públicamente el laurel de la victoria. Tuvo un instante de orgulloso delirio y cuando Roussel la besó con galantería el extremo de los dedos murmuró: ¡Ah! Roussel, si hubieras querido!
Es importante señalar los rasgos comunes al teatro de Torres Naharro y al drama nacional, que le sucedió, y con este objeto haremos una rápida exposición de cada una de las comedias de Torres Naharro. Comienza la comedia Imenea con una de esas escenas de nocturna galantería, tan del agrado de los dramáticos españoles.
Jacobo apretó cordialmente entre las suyas la mano que la dama le tendía, y le contestó con no menor cariño y agasajo: ¡Ya lo creo que me acuerdo!... Los encuentros contigo no se olvidan fácilmente... Pero tú sí que te has plantado en los veinticinco años: siempre tan... ¡Jacobo, por Dios!... Que abofeteas a la verdad por decir una galantería. ¿No me ves la cabeza?... ¡Blanca!
¿Sabéis que esta escalera se parece á la subida de la montaña aquella á cuya cumbre llevó el diablo á Cristo? dijo con un doloroso sarcasmo Quevedo. Muchas gracias, señor mío, por la galantería. Pero estáis irritado, y con razón, y es menester perdonároslo todo. Entrad. Y tiró de Quevedo, que se encontró de repente en un magnífico salón completamente iluminado, y con una mesa servida.
Palabra del Dia
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