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Actualizado: 7 de mayo de 2025
¡Imposible! contestó el Capitán, arrojándose fuera con el fusil en la mano. Horn y los tres jóvenes, muy alarmados, salieron también armados de sus fusiles. Los ladridos continuaban a intervalos regulares, pero sin acercarse. Es imposible que sean los papúes repitió el Capitán, que no apartaba la vista del bosque. ¿Por qué? le preguntó Cornelio. Porque nunca han tenido perros, ni aquí los hay.
La vida en aquella casa se hacía imposible. Al fin sucedió lo que temían. Como los terrenos estaban muy lejos de poblado, Cabesang Tales apesar de su hacha cayó en manos de los tulisanes, que tenían revolvers y fusiles. Los tulisanes le dijeron que, pues que tenía dinero para dar á los jueces y á los abogados, debe tenerlo tambien para los abandonados y perseguidos.
Abandonando toda precaución, avanzaron como un torrente impetuoso, dando gritos horribles y arrojando sus azagayas, sus hachas y sus bomerang. No era ya posible detenerlos: para ello hubiera sido preciso un cañón cargado de metralla. Cornelio y Hans descargaron una vez más sus fusiles, y después huyeron, confiando su salvación a sus piernas.
En otros muelles se alineaban á miles los pares de ruedas grises, sostén de cañones y furgones; las cajas enormes como viviendas que contenían aeroplanos; las piezas de acero que sirven de andamiaje á la artillería gruesa; cajones de fusiles y cartuchos; enormes paquetes de conservas alimenticias y de materias sanitarias; todo el avituallamiento del ejército que peleaba en el extremo remoto del Mediterráneo.
Entre tanto, que carguen las lantacas y suban a cubierta los fusiles para proteger a nuestros pescadores. En tanto que hablaban, la tripulación china había echado las dos anclas de proa y una pequeña de popa para afirmar mejor el buque, y después procedió a enrollar las velas de los palos mayor y trinquete.
Cerca de la plaza Nueva ocurrió el deseado encuentro: ¡Viva la guardia civil! ¡Vivan las personas decentes!... Era Luis Dupont el que gritaba, en medio del silencio que imponían a la ciudad tantos fusiles en sus calles. Iba borracho: bien a las claras lo daban a entender sus ojos brillantes y su aliento fétido.
Naturalmente; porque sólo tienen arcos y cerbatanas. Con fusiles, estos piratas pueden llegar a ser verdaderamente invencibles para los naturales de la costa. Pues si quieren subir hasta aquí, ya tienen que hacer. No lo creas dijo Horn . Con romper los horcones que sostienen la casa nos harán venir al suelo.
A juzgar por éste y por la lentitud de los tiros, los enemigos invisibles no debían contar más que con tres fusiles. Los guardias en tanto avanzaban y disparaban, se escondían detrás de los troncos de los árboles, se acostaban y procuraban ganar la altura. Saltaban pedazos de rocas, se desgajaban ramas de árboles, se levantaban pedazos de tierra.
Cuando despierta, rodeado de fusiles apuntados a su pecho, echa mano a las pistolas, y no encontrándolas: «Estoy rendido dice con serenidad. ¡Me han quitado las pistolas!» El día que lo entraron en Buenos Aires, una muchedumbre inmensa se había reunido en la puerta de la casa del Gobierno.
Todos contaban que en una de las salas del tribunal acababa de suicidarse un acusado; se oía ruido de cadenas y de fusiles. Un dulce calor reinaba en todo el edificio, y se estaba allí divinamente. En una de las salas, la animación era grandísima: un proceso pintoresco atraía mucha gente. Los jueces, los jurados, los abogados estaban ya en sus puestos.
Palabra del Dia
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