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Actualizado: 10 de junio de 2025


¿No sería posible conservarlo, señor Lorquin, para dar de comer a mis hijos? ¡Es lo único que tengo! No; el hueso está triturado y no se puede reducir. Encienda usted la pipa, Despois. Ten, Nicolás, fuma, fuma. El desgraciado comenzó a fumar sin ninguna gana. ¿Estamos? preguntó el doctor. respondió Nicolás con voz ahogada. Bien. ¡Cuidado, Despois! ¡Lave usted!

Pues, hombre, Curra... La Villamelona. ¿No sabes?... Diógenes le ha puesto ese nombre desde que le dio por fumar en pipa, en un narghilé precioso que le regaló el embajador de Marruecos... Es una mona famosa que hay en el jardín zoológico de Londres yo la he visto y fuma en pipa con una gracia y unos mohínes que recuerdan a Curra por completo.

Era una digestión de boa, de estómago acostumbrado a nutrirse irregularmente, con prodigiosos atracones y largas épocas de ayuno. Gallardo le ofreció un cigarro habano. Grasias, señó Juan. No fumo, pero me lo guardaré pa un compañerito que anda por er monte, y el probe apresia más esto der fumá que la misma comía. Es un mozo que tuvo una desgrasia, y me ayuda cuando hay trabajo pa dos.

Yo bien, gracias a Dios dijo el Mayorazgo sin hacer un gesto. ¿Usted fuma? le preguntó el candidato sacando la petaca. Algunas veces, si el tabaco es bueno respondió el otro. Pues ahí va uno de la Vuelta de Abajo. Se estima refunfuñó el obsequiado mordiendo la punta. Y ¿qué tal andamos por acá? preguntóle el candidato, deseando arrancar siquiera un gesto de interés a aquel pedazo de bárbaro.

No hubiera estado bien no proporcionarle tabaco después de haberle dado de comer. Le da, pues, un cigarro, que el viejo ha encendido y fuma, mientras todos, con esta curiosidad tan provinciana, van mirando atentamente hasta sus menores gestos. Azorín y Sarrió han ido a Alicante. Esta es una capital de provincia alegre y sana.

El hablar demasiado nos perjudica. Pero también el tabaco es perjudicial. Sin embargo, afirma Núñez que el que no fuma y dice alguna vez tonterías, se priva de dos grandes placeres en la vida. Había también sus entremeses de murmuración, aunque suave y piadosa. Así y todo, esto molestaba a Clara que, no pudiendo levantarse, se permitía algunas tímidas observaciones en favor del ausente.

Me reduje, pues, a satisfacer las necesidades materiales, y no pudiendo vencer al hastío, le acepté con dignidad. En este estado, pues, me encontraba a las tres de la mañana, aquella en que las calles de Madrid estaban cubiertas de nieve. Salía yo de una de esas casas, donde todo es permitido, donde se ríe, se bebe, se habla libremente, se fuma y se está medio tendido y con el sombrero puesto.

Ahí verá usted las lindezas de su amigo Seudoquis, que fuma en las iglesias, insulta a las monjas, y dice públicamente que Dios es isabelino. No creo que Seudoquis se haya vuelto tonto. Lea usted, lea usted. Leyendo, el caballero se enteró del caso y tuvo anticipado conocimiento de personajes, cosas y lugares que ordenó en su mente con asombrosa presteza.

En un habar, entre las matas, un labriego va entrecavando la tierra dura. Sobre una manta, echado en el lindero, cabe a un cantarillo de agua, un perro gruñe sordamente cuando me acerco. Buenas tardes grito al labriego. Buenas tardes, señor contesta. Luego se allega, y hablamos sentados mientras él fuma. ¿No tiene usted agua para regar sus tierras? le pregunto.

La música la seguiremos oyendo, pues asisten las de los dos gremios, y mientras la una toca, la otra come ó fuma, y esto de amanecer á amanecer.

Palabra del Dia

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