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Yo he dado libertad al joven por respeto al honor de vuestra casa y familia, y para no ser cómplice de un delito que la denigraba. El rapaz no ha sido maltratado en este castillo; pero había sido robado y secuestrado por nosotros, como si fuésemos bandidos. Yo no podía consentir largo tiempo en esto y coadyuvar a vuestros planes.

Esta carne líquida le hacía sonreír de lástima. ¡Habiendo whisky en la tierra!... Morales vaciló mirando su propio uniforme. Era una autoridad, y sólo podía entrar en las tabernas para imponer respeto. Pero luego se enterneció mirando al gringo. ¡Un viejo compañero!... Oiga, don Macperson, ¿si fuésemos á tomar una copa?...

¡Miserias, madó Antonia! dijo el señor en el mismo lenguaje . Todos huyen de los pobres, y el mejor día, si ese tuno no trae lo que nos debe, tendremos que comernos uno a otro, lo mismo que si fuésemos náufragos. La vieja sonrió: «El señor siempre alegreEn esto era un vivo retrato de su abuelo don Horacio, eternamente serio, con una cara que metía miedo, ¡pero diciendo unas cosas!...

Quise confundir mi alma con la de ella, para que unidas fuésemos ambas almas en busca tuya. Y ella me ha dejado. Mi alma está sola, en la tenebrosa región del éter, en el vacío insondable y frío, sin astro que le luz ni calor, lejos de todos los soles, más lejos aún de donde moras. Dios mío, Dios mío, ¿qué será de mi alma?

6 el cual aun nos hizo que fuésemos ministros suficientes del Nuevo Testamento, no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, mas el Espíritu vivifica. 7 Y si el ministerio de muerte en la letra grabado en piedras, fue para gloria, tanto que los hijos de Israel no pudiesen poner los ojos en la faz de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer,

Pero el clero se resistía al despojo con la altivez y la majestad de los derechos adquiridos, y las manos impías tiraban de las santas vestiduras, profanándolas hasta rasgarlas. Gritos, coces, imágenes y cirios por el suelo, escándalo y abominación, como si ya hubiese nacido el Anticristo. La prudencia de Ulises ponía término á la lucha. «¿Si fuésemos á jugar al pòrche?...»

Esto ya está visto. ¿Si fuésemos a visitar algo más interesante?... Su pasaje por las calderas fue breve; las hornallas en fila expelían un calor infernal. Asomáronse a un departamento negro, en el cual se agitaban varios hombres medio desnudos, con un gorrito blanco en la cabeza.

A Timoteo es a quien le arden las orejas... Diga usted, ¿cómo no han estado ustedes esta tarde en la Castellana? Eso cuénteselo usted a mamá. ¿A mi, niña? exclamó vivamente doña Carolina. ¿Qué estás ahí diciendo? ¿No sabes que tienes padre? Y volviéndose hacía Romadonga: Pantaleón no ha querido que hoy fuésemos a paseo, sin duda temiendo a la humedad por lo mucho que ha llovido estos días.

Cansado estoy ya de que me digan todas las mañanas en artículos muy graves todo lo felices que seríamos si fuésemos libres, y lo que es preciso hacer para serlo. Tanto valdría decirle a un ciego que no hay cosa como ver. Como a aquellas horas no tengo ganas de volverme a dormir, dejo los periódicos: me rodeo al cuello un echarpe, me introduzco en un surtú, y a la calle.

Si fuésemos á hacer la estadística de los ajusticiados, quemados y asesinados por motivos religiosos, de fijo que resultaría, á pesar de Torquemada y de todos los inquisidores, doble ó triple número que en nuestra cuenta en la cuenta de la sentimental y piadosísima raza anglo-sajona.