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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Y de vez en cuando interrumpía: ¡Eso es!... ¡Asimismo!... ¡Exactamente!... Y teniendo los sentimientos religiosos que tenía... ¿Cuáles eran? preguntó el juez. Pocas mujeres he conocido de una fe tan sólida y ardiente contestó el doctor. ¿Es cierto?... interrumpió otra vez la Baronesa. ¡Parece increíble lo grande que era su fervor! Yo tengo motivos para saberlo.

Si vuelvo á Dios el ánimo contrito y piedad de mi pena le demando con humilde fervor y acento blando, el aliento maldito de la duda cobarde y acerada á envenenar mis pensamientos viene, y en mis labios detiene Una oracion apenas comenzada. Vuelvo entónces los ojos á la tierra y de se apodera horrible espanto al ver los séres que en su seno encierra.

Tambien es verdad que los naturales, estremadamente supersticiosos, se prestaban á ello, como sucede hoy en dia, con una especie de entusiasmo que rayaba en frenesí. Acostumbrados á martirizarse en los ejercicios de su culto primitivo, nada tenia de estraño que al convertirse al cristianismo hubiesen conservado el mismo fervor, y sobre todo la misma insensibilidad física.

Pero, en este caso, ¿por qué no se cumplía la ley con igual rigor en lo tocante a las pompas del mundo? ¿Por qué continuaba pagándose de ellas con el mismo fervor del primer día?

Doña Luz estaba en su cuarto, acababa de volver de misa, y había rezado con fervor por el alma del P. Enrique, en quien de continuo y tierna y melancólicamente pensaba, cuando entró Juana, la doncella, y dijo: Señora, un forastero quiere hablar con usía. ¿Su nombre? Don Gregorio Salinas. No le conozco. ¿Qué facha tiene? Más bien buena que mala. Viene muy decentemente vestido, aunque de viaje.

Algo de esto entiendo yo que hay en el libro del señor Don Pompeyo Gener, por más que me deleite leerle y aplauda el fervor propagandista y filantrópico que le ha dictado, y la elocuencia, el saber y el alto y claro entendimiento que en todas sus páginas resplandecen.

Pocos días después de la conminación de su madre, en un instante de fervor y remordimiento, había prometido a Su Divina Majestad ingresar a la Orden del Carmelo apenas terminase sus estudios, y aquel voto, lanzado en rapto de pasión, veíalo ahora suspendido a una altura inaccesible encima de su ánimo. Sin embargo, era menester cumplir.

Temo que las mujeres de la Central me oigan y se rían. Pues ya que se empeña usted, ya que lo pide con tanto fervor, no hay más remedio. Lo diré, aunque me oigan. Repetiré lo que ya le dije tres o cuatro veces, cuando echábamos migajitas de pan a los patos y peces del estanque del Retiro: para usted las migajitas de mi corazón, que será todo suyo, si con amor me paga. Mucha precipitación es esa.

Ellos velaban por los intereses de la casa y él, que no era más que un simple pecador, limitábase a recibir sus inspiraciones. A ellos se debía la buena suerte de los primeros Dupont, y don Pablo se desvivía por remediar con su fervor la tibieza religiosa de sus ascendientes.

Don Juan aflojó el embozo, y subiendo hasta sus labios la mano de Cristeta, se la besó con más fervor que si la tocara por vez primera, diciendo al mismo tiempo: Traigo dinero de sobra; vengo dispuesto a todo... Por ahora, paciencia continuó ella , tengo que irme en seguida; pero... pocas horas faltan. Mañana a las dos de la tarde ven a mi casa. ¿Entiendes?

Palabra del Dia

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