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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Entonces aún no había ferrocarril hasta Petrópolis. D. Joaquín, que había envejecido, aunque gustaba de ir allí, se fatigaba mucho y Rafaela se opuso a que fuese. Si iba alguna vez, Rafaela le acompañaba y compartía con él la fatiga. Jamás se quejaba ya de jaqueca, ni enviaba al campo a D. Joaquín cuando estaba jaquecosa.

Matar más de cien toros por año, con los peligros y esfuerzos de la lidia, no le fatigaba tanto como el viaje durante varios meses de una plaza a otra de España. Eran excursiones en pleno verano, bajo un sol abrumador, por llanuras abrasadas y en antiguos vagones cuyo techo parecía arder. El botijo de agua de la cuadrilla, lleno en todas las estaciones, no bastaba a apagar la sed.

Llegó en esto la noche, y con ella el punto determinado en que el famoso caballo Clavileño viniese, cuya tardanza fatigaba ya a don Quijote, pareciéndole que, pues Malambruno se detenía en enviarle, o que él no era el caballero para quien estaba guardada aquella aventura, o que Malambruno no osaba venir con él a singular batalla.

Mas lo que más le fatigaba era el no verse armado caballero, por parecerle que no se podría poner legítimamente en aventura alguna sin recebir la orden de caballería. Capítulo III. Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse caballero

Pero acaso fuesen éstas vanas cavilaciones, y quizás soñaba también al imaginarse que, a la mesa, don Pedro seguía continuamente la dirección de sus ojos y acechaba sus movimientos. Esto le fatigaba tanto más cuanto que un irresistible anhelo le obligaba a mirar a Nucha muy a menudo, reparando a hurtadillas si estaba más delgada, si comía con buen apetito, si se notaba algo nuevo en sus muñecas.

Y, como la borrica sentía la punta del aguijón, que le fatigaba más de lo ordinario, comenzó a dar corcovos, de manera que dio con la señora Dulcinea en tierra; lo cual visto por don Quijote, acudió a levantarla, y Sancho a componer y cinchar el albarda, que también vino a la barriga de la pollina.

Y con la misma entonación ardorosa con que en otros tiempos conmovía a las muchedumbres en las reuniones de protesta contra la sociedad, describía a aquella media docena de hombres y a la triste costurera, que cesaba de mover la máquina para escucharle, la grandeza del trabajo universal, que todos los días fatigaba a la tierra para vencerla y obligarla a sustentar a los humanos.

La larga línea de defensa formaba un túnel, cortado por breves espacios descubiertos. Se iba saltando de la luz á la obscuridad y de la obscuridad á la luz con una rudeza visual que fatigaba los ojos. En los espacios abiertos el suelo era más alto. Había banquetas de tablas empotradas en los taludes para que los observadores pudiesen sacar la cabeza ó examinar el paisaje valiéndose del periscopio.

Morsamor, entonces, tomó a Urbási en sus brazos, recogiéndole cuidadosamente la falda; atravesó con rapidez y valentía por el salón incendiado; y, precedido de Tiburcio llegó sano y salvo hasta el arranque de la grande escalera. Hechizado y orgulloso de su dulce carga, nada le fatigaba su peso, y Morsamor no la hubiera soltado a no exigir ella descender la escalera por su pie.

El no era jugador; le fatigaba permanecer inmóvil ante una mesa; creía pueril preocuparse por el rodar de una bolilla de hueso ó las combinaciones de unas cartulinas pintadas. ¡Hay en la vida tantos placeres más interesantes!... Pero aquella noche, orgulloso de su poder, sintió deseos de reñir una batalla con la fortuna.

Palabra del Dia

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