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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Cuando pasaba se veían un punto sus pómulos encendidos, sus ojos vagos y extraviados, su boca pálida, abierta para respirar mejor, su garganta espasmodizada, rígida; mas no tardaba ni medio segundo en presentarse la asustada faz de Borrén, que se dejaba arrastrar sin que acertase a decir más palabra que «por Dios... por Dios...» con no fingida congoja.

En las desembocaduras de los ríos que bajan de los Apeninos al Mediterráneo, multitud de pinos, sorprendidos de repente por la inundación, van á perderse en el mar y convertirse en islas flotantes que los marinos extranjeros toman por escollos. Los barqueros que se lanzan en busca de los troncos extraviados, van á pescarlos como cachalotes, y los conducen atados á la popa de sus barcas.

Con la frente bañada en un sudor frío, los ojos extraviados y agarrado fuertemente al árbol, parecía hallarse en presencia de un espectro. Su agonía se prolongó cerca de media hora. Por último, la voz femenina pronunció un adiós y dejó de escucharse. Octavio pudo ver una figura breve y gentil que se deslizaba por la huerta y desaparecía.

Lucía corrió al balcón, y pálida esta vez como la cera, se quedó allí mirando con ojos extraviados el edificio que enfrente de tenía. Sardiola la siguió, y hasta la enferma volvió la cabeza con curiosidad.

Los dependientes de la puerta y un caballero que cruzaba a la sazón y se había detenido al oír la disputa acudieron a levantarle. Mientras esta operación se realizaba Nanín pálido y con los ojos extraviados parecía decidido a repetir la suerte. Tristán por su parte, una vez en pie, también quiso arrojarse sobre él. Ambas cosas fueron impedidas por los porteros y el caballero que les auxiliaba.

Y la mano del bufón estrechaba ardiente y calenturienta la mano de Dorotea, y sus ojos cruzados, encendidos, extraviados, se fijaban en ella con una ansia dolorosa, y en su boca entreabierta, por la que salía una respiración ronca, asomaba ligera espuma blanca. La joven se aterró al ver el aspecto del bufón, y quiso desasirse.

Allí, ocultándose detrás de los troncos de los árboles, estuvo en acecho largo rato. El niño al fin en una de sus escapatorias acertó a pasar junto a él. Le llamó, le besó, y rápidamente le arrastró consigo lejos para comprarle confites. Cuando estuvo a buena distancia de las criadas comenzó a seguir los caminos más extraviados del parque, y por ellos fue a salir a Atocha.

El mozo aún conservaba sus amistades con los antiguos camaradas de contrabando, y él le llevaría por los senderos extraviados de la sierra hasta Gibraltar. Allí podía embarcarse para cualquier punto: el mundo es grande.

Y siguieron cada cual por su lado, pero a la mañana siguiente no volvieron al Paseo Grande ni uno ni otro. Buscaban allí contrario objeto: el Magistral paseaba mucho para gastar fuerzas inútiles; Mesía para recobrar fuerzas perdidas y que esperaba le hiciesen mucha falta dentro de poco. Cada cual se fue a pasear en adelante por sitios extraviados. Temían otro encuentro.

Como si le hubieran arrancado la máscara de despreciativa y soberbia dureza, sus pálidas mejillas, sus labios entreabiertos y sus ojos extraviados expresaban el dolor, el miedo, el remordimiento, un sentimiento que Ferpierre no podía aún precisar, pero que sin duda era muy penoso. ¿Lo siente usted?... ¡Debe usted amarlo mucho!

Palabra del Dia

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