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Actualizado: 25 de junio de 2025


Pero éstos no eran los planes de Maugis, que adoraba a Adela desde hacía mucho tiempo y que no tomaba una parte activa en esta intriga más que para hacer una nueva víctima. A alguna distancia del castillo, el carruaje cambió de dirección y condujo a Adela al castillo por caminos extraviados; la noche estaba muy adelantada y nadie lo advirtió.

Sus ojos extraviados miraron hacia la puerta; y había tal seguridad en sus palabras, que Maltrana se volvió, creyendo por un momento en la certeza de la alucinación. Con grandes esfuerzos pudo llevarla hasta el pobre lecho y la tendió en él, creyendo terminada la crisis.

Y fuerza es confesar que todos los hombres, salvo raras y dichosas excepciones, estamos empecatadillos y entonamos himnos en loor de uno de estos tres enemigos, cuando no de los tres á un tiempo; pero debe notarse que, ó bien no caemos, por extraviados ó ilusos, en que hacemos semejante elogio, ó bien aparentamos no caer, envolviendo nuestro consciente propósito en delicada hipocresía.

Cuando lo sublime corre sin freno, suele tropezar en lo ridículo y caer en la caricatura. ¿Qué no puede, sin embargo, el brioso ingenio nativo, aunque se lance y se despeñe por los más extraviados vericuetos? Barroca, caricaturesca es la oda titulada El monstruo.

El Libertador, al cual volvian algunos de los extraviados patricios, llegó por Coro á Puerto-Cabello el último dia del año, época en que Paez se encontraba en Valencia.

A las nueve fui a buscarla a casa de Jacoba. Ya te lo habrá dicho ella. Me pasé allí cerca de dos horas. Y como si el diablo quisiera mortificarnos, la criatura chillaba sin cesar... , , ya todo eso... ¿Y luego? ¡Qué noche! Los chubascos se repetían sin cesar. Las calles estaban perdidas, sobre todo por aquellos barrios extraviados.

Mary seguía temblando, hasta que de pronto sus manos abandonaron el teclado y su cabeza fue a posarse en un hombro de Jaime, como un pájaro que abate sus alas. ¡Oh, Richard!... ¡Richard, mon bien aimée! El español vio sus ojos extraviados y su boca llorosa que se ofrecían; sintió en sus manos las manos frías de ella, le envolvió su aliento.

Doña Blanca se incorporó en la cama; miró con ojos extraviados á Lucía y á Clara y al fraile, y habló de esta manera: ¡Vete, Valentín! ¿Por qué quieres matarme con tu presencia? Mátame con un puñal... con una pistola.

La memoria no debía de estar muy firme, porque cuando su amiga le dijo: «Sosiégate y acuérdate de lo de esta mañana» replicó: «¡Lo de esta mañana...!, ¿qué ha sido...?». Y mirando con extraviados ojos al techo, parecía entregarse al doloroso trabajo de recordar, cazando las ideas como si fueran moscas.

Su turbación crecía: el corazón le latía con sordo ruido. Se recostó en el altar. Es preciso declaró Nucha sin apartar de él sus ojos, más que vagos, extraviados ya que me ayude usted a salir de aquí. De esta casa. A.... A... salir... tartamudeó Julián, aturdido. Quiero marcharme. Llevarme a mi niña. Volverme junto a mi padre. Para conseguirlo hay que guardar secreto.

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