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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Luján lanzó un alarido horrible, incomprensible en el aparato eufónico de un niño, y se quedó con el pelo erizado y los brazos rígidos y extendidos hacia aquella ola inmensa que barría del mundo a un inocente, cumpliendo una tremenda justicia de Dios.
Debimos cogerlo y rustrirlo en aceite gruñó la voz oscura de la vieja . ¡Fretirlo como si fuera un pancho... que vea lo que es la necesidá y los trabajitos que uno pasa! Orden y unión, ciudadanas... repetía Amparo con los brazos extendidos. Trascurridos diez minutos volvió el inspector acompañado de un viejecillo enjuto y seco como un pedazo de yesca, que era el mismo contador en persona.
La fertilidad de los campos extendidos en su falda llamaba á sí desde todas partes á las muchedumbres que allí iban á encontrarse, ya para mezclarlas, ya para matarse unas á otras. Finalmente, el Olimpo domina los desfiladeros que forzosamente habían de seguir las tribus ó los ejércitos en marcha, de Asia á Europa ó de Grecia á los países bárbaros del Norte.
Entonces, si ustedes hubieran visto al pobre viejo, si le hubiesen visto precipitarse a mí, con los brazos extendidos, abrazarme, apretarme las manos, correr trastornado por la habitación, repitiendo: ¡Dios mío, Dios mío! Reíansele todas las arrugas del rostro. Estaba rojo. Tartamudeaba. ¡Ah, caballero! ¡Ah, caballero! Ibase después al fondo, llamando: ¡Mamette!
Al final de él se paró ante una puerta y aplicó el oído. Dentro se oía una respiración tranquila y acompasada. Al cabo de buen rato alzó con la mano suavemente el pestillo, empujó la puerta y penetró silenciosamente en la estancia. Con los brazos extendidos hacia adelante, avanzó algunos pasos hasta tropezar con una cama. Quedó inmóvil otra vez, y con voz apagada dijo: Pedro... Pedro...
Siento un miedo horrible. ¡Tengo tanto que expiar!... Se había levantado poco á poco del diván, y al pedir protección á Ferragut iba hacia él con los brazos extendidos, humilde y al mismo tiempo acariciadora, por una voluntad de seducción que predominaba sobre todos sus actos. ¡Déjame! gritó el marino . No te acerques... ¡no me toques!
Y yo veo a este señor de pie, con los ojos alzados, con los brazos extendidos, con la cabeza enhiesta. En este momento el sombrero de jipijapa rueda por el suelo; yo me acerco pasito, lo cojo y lo tengo con las dos manos en tanto que oigo los versos con la boca abierta.
Pasaban los mártires con el rostro contraído por un gesto de fiero dolor, los místicos con los brazos extendidos y los ojos velados por el éxtasis de la felicidad; y tan pronto aparecía un santo con dorada mitra o rizada sobrepelliz, como lucía otro sobre su cabeza el acerado casco de guerrero.
Refirióse entonces que el monte Athos era precisamente aquella montaña á la cual transportó el diablo á Jesús el Galileo para mostrarle todos los reinos de la tierra extendidos á sus pies: Europa, Asia y las islas del mar.
E inflamadas por el agradecimiento las mujeres lloraban, abalanzándose a las andas del santo, besando en ellas lo primero que encontraban, los barrotes de los portadores o los adornos de la peana; y toda la fábrica de madera y bronce sacudíase como una barquilla entre el oleaje de cabezas vociferantes, de brazos extendidos y trémulos por el entusiasmo.
Palabra del Dia
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