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Actualizado: 18 de junio de 2025
Una tenue nube de azulada neblina que se remontaba entre las copas de los árboles indicaba que había excepcionalmente en aquel bajo fondo del llano algo semejante a una corriente de agua; una larga avenida, especie de prado pantanoso rodeado de sauces se extendía desde la casa hasta la orilla del mar.
Cuando salió a la claridad, con el cielo por techo, vio en lo alto de la escalinata de mármol, con una mano apoyada en el cancel dorado de la puerta de la casa, a su querida esposa que extendía el brazo derecho hacia la luna, con una flor entre los dedos. Eh, ¿qué tal, Quintanar? ¿Qué tal efecto de luna hago?... ¡Magnífico!
Extendía el chico la esfera de sus operaciones mercantiles por la mitad de una de las calles que afluyen á la Puerta del Sol, calle muy concurrida y con hermosas tiendas, que de día ostentan en sus escaparates mil prodigios de la industria, y por las noches se iluminan con la resplandeciente claridad del gas.
Al cabo de unos instantes en que nuestro joven por debajo de sus largas pestañas seguía con mirada inquieta los movimientos de la mano del artista, éste le dijo en voz baja, plegados los labios por una sonrisa afectada que extendía desmesuradamente su boca: Usted es el señorito de Belinchón, ¿verdad? Sí articuló.
Al llegar a Tablada vieron sobre la verdeante llanura una masa negra de gentío y carruajes junto a la empalizada que separaba la dehesa del cerrado, dentro del cual estaban las reses. El Guadalquivir extendía su corriente a lo largo de la dehesa. En la orilla de enfrente alzábase en cuesta San Juan de Aznalfarache, coronado por un castillo en ruinas.
El amo entonces extendia el palo, como para rechazar al animal, y el infeliz perro, al notar que su amo le amenazaba con el baston.... ¡Oh ejemplo que asombra! ¡Oh virtud que aturde! ¡Oh lealtad que debia dar vergüenza á los hombres!
Por el estorbo de estos tejadillos y de la larga línea de fachada de la casona, sólo se alcanzaba a ver, por la derecha, una estrecha faja de terreno cultivado, paralela al río y perteneciente al valle que, según todas las trazas, se extendía hacia aquella parte, es decir, a la derecha del río.
A veces, un montoncito de lirios le cortaba el paso, y se veía precisada a saltar sobre ellos; otras, un rododendro extendía sus ramas para abrazar a la camelia de enfrente y formaba bóveda tan baja que necesitaba doblarse mucho para pasar. Antes de llegar creyó sentir leve rumor de voces. Quedó inmóvil y esperó algunos instantes. Volvió a percibirlo y se dirigió hacia el sitio de donde partía.
Aquel hombre tenía algo de esa personalidad enigmática de los seres sanguinarios, de los asesinos y de los verdugos; su fama de cruel y de bárbaro se extendía por toda España.
Teresina, el chocolate gritaba alegre, frotándose las manos. Y pasaba al comedor. La doncella, a poco, llegaba con el desayuno en reluciente jícara de china con ramitos de oro. Cerraba tras sí la puerta, y se acercaba a la mesa; dejaba sobre ella el servicio, extendía la servilleta delante del señorito... y esperaba inmóvil a su lado.
Palabra del Dia
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