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Actualizado: 15 de julio de 2025
Sin embargo, convenía que no despertase la chiquilla, no fuese a alborotar la casa lloriqueando. Perucho la tomó como quien toma un muñeco de cristal, muy rompedizo y precioso: sus palmas llenas de callos y sus brazos hechos a disparar certeras pedradas y a descargar puñetazos en el testuz de los bueyes adquirieron de golpe delicadeza exquisita, y la nené, envuelta en el pañolón de calceta, no gruñó siguiera al trocar la cama por los brazos de su precoz raptor.
Mil veces había sentido el brazo de Soledad sobre el suyo, sin que su dulce peso le hiciese estremecer de alegría, sin pensar que llevaba sobre sí un tesoro. ¿Por qué era tan exquisita la sensación que ahora percibía? El suave calor de aquel brazo, trasmitido al suyo, se difundía por todo su cuerpo inundándole de felicidad.
Las hojas de las magnolias brillaban como cristales, y en aquella atmósfera acuosa los colores, los matices de la naturaleza cambiaban sin cesar, los contornos de los árboles y las montañas se desvahaían con suavidad exquisita.
LA CONDESA. ¡Se equivoca usted! ¡Era una mujer honrada en toda la extensión de la palabra...! Tomó un amante; pero, al mismo tiempo, tomó un oficio que no lo parecía. Como era muy artista, hízose de improviso profesora de decorado práctico. Va usted a serle presentada, porque le he pedido una cita y nos espera. ¡Ya verá usted...! ¡Es una mujer exquisita...! ¿Subimos...?
Entonces comenzó esa hermosa época de noviazgo, exquisita, época sin igual en la vida. Nada tan delicioso como esos días de amor ingenuo, de fe, de ilusiones completas y de niñerías. ¡Ah, cuánto compadezco a los que no han amado así! ¡Cuánto compadezco a los que se dejan arrastrar por sus locuras lejos del hogar común y del amor legítimo!
Sobre su fisonomía, blanca como la cera, volví á hallar repentinamente la exquisita dulzura y la gracia delicada, que el sufrimiento había desterrado poco antes; el ángel del eterno reposo extendía visiblemente sus alas sobre aquella frente apaciguada. Caí de rodillas: ella entreabrió los ojos, levantó penosamente su cabeza desfalleciente y me dirigió una larga mirada.
Gracias a la fortuna y desprendimiento de Susana, vivían con lujo, iban a bailes, teatros y saraos; viajaban, tenían coche, vestían con exquisita elegancia, trayendo para ambas de París la mayor parte de las galas, y, en una palabra, capricho sentido era en ellas gusto satisfecho.
Los elefantes, cuando estuvieron a la vista del Papa, metieron las trompas en unas calderetas de oro, que para el caso iban preparadas y llenas de exquisita agua de olor, y lanzaron luego el líquido que en las trompas habían absorbido, perfumando a la muchedumbre.
Sólo entonces pude observar que estaba dotado de una amabilidad exquisita y de una vasta instrucción, y que, a una excesiva modestia, se unían en él un ingenio fino y sumamente delicado, un carácter noble, pensamientos elevados y generosos... en una palabra, una multitud de buenas cualidades, que habían permanecido ocultas, y que ahora brillaban en todo su esplendor.
Los frescos de la cúpula son muy bellos, como las rejas monumentales de labor exquisita que encierran el coro. Puede considerarse cuántos primores de arte contendrá esa catedral, con solo saber que en ella han trabajado sucesivamente ciento noventa y seis artistas notables, algunos de ellos eminentes y de primer órden.
Palabra del Dia
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