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Actualizado: 13 de junio de 2025


Así permanecí hasta la noche, preguntándome lo que experimentaba; y no sabiendo qué contestar, oyendo, viendo, sintiendo, ahogado por las pulsaciones de una vitalidad extraordinaria, más emocionante, más fuerte, más activa, más incomprensible que nunca. Deseaba que alguien estuviese allí; mas ¿por qué? No hubiera sabido explicarlo. Y ¿quién? Lo sabía menos aún.

Por qué el nombre de su escribiente le producía en aquel instante tal enternecimiento, no podemos explicarlo. Acaso en las grandes crisis de la vida, se despierten vivas y súbitas simpatías en el fondo de nuestro ser, de las que no teníamos la menor sospecha. El cementerio viejo, próximo ya a dedicarse al cultivo, era un pequeño cercado donde crecía la hierba y la maleza.

Para mejor comprender este fenómeno y explicarlo según es en realidad y no como resulta en apariencia, conviene compararlo con la aparición de un nuevo sentimiento que se ha formado desde la implantación del régimen americano; del sentimiento de la higiene.

Por qué en aquel momento, en que mi amor por Gloria se convertía en delirio y embriaguez, en que todo me sonreía y tocaba al logro de mis deseos, sentí el alma inundada de tristeza y apetecí la muerte, no puedo explicarlo, pero así fue. Quizá tengan razón los que creen que el amor y la muerte son dos cosas que se identifican y confunden allá en el centro misterioso de la vida universal.

Cierto que habían perdido ya estas cartas mucho de su fuerza, por haber muerto en aquel intervalo el viejo revolucionario y por su demora propia en entregarlas, mas no le faltarían a él mentiras complicadas y habilidosos enredos para explicarlo todo a su gusto, y además, su posición había de variar muy pronto, adquiriendo grande importancia.

El Condesito había adquirido tal costumbre de ir todas las noches a la tertulia de los de San Teódulo, que a cualquiera cosa faltaría antes de dejar de ir. La misma costumbre había adquirido doña Beatriz. De esta suerte se veían de diario y en presencia de muchos hombres maliciosos, amigos de burlas y muy propensos a explicarlo todo por el lado más feo.

-Voy á explicarlo. #Bozmediano#. Antes de dar á conocer en toda su extensión el coloquio de estos personajes, conviene dar noticias de uno de ellos, ya harto conocido por el lector. El militar que en el segundo capítulo de esta historia vimos prestando auxilio á Coletilla y después introduciéndose furtivamente en su casa, se llamaba don Claudio Bozmediano y Coello.

La víspera de que el viajero llegase, cuando todo estaba dispuesto para recibirle, don José, mientras le acostaban, decía a Pepe: Hijo mío, por más que discurro, no puedo adivinar cuál sea el motivo de su venida. Ya nos lo dirá él. ¿Y por qué no explicarlo antes? Te confieso que me preocupa esto mucho. ¿De donde habrá sacado el dinero del viaje? Lo que yo pienso no tiene vuelta de hoja.

Su rostro entre las tocas blancas; su cuerpo, cubierto de las estameñas obscuras, tenían una majestad, una belleza que no puede imaginar quien no la vio... EVARISTA. ¡Pobre niña, no delires!... ELECTRA. Al llegar cerca de , alargaba sus brazos como si quisiera cogerme. Me hablaba con una voz muy dulce, lejana, escondida... no como explicarlo. EVARISTA. Sigue, hija, sigue.

Sea por lo que sea, explíquelo él como quiera explicarlo, es lo cierto que nada me dijo de que me amaba cuando vivíamos juntos, y ahora, que no me ve hace tres años, me declara su amor y quiere casarse conmigo. ¿En qué consiste estoInés no responde a tales preguntas. No resuelve ninguna de las dudas que la asaltan.

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