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Actualizado: 9 de noviembre de 2025
En tu fosa los hombres colocaron Pobre inscripcion en tabla sepulcral: «Aquí yacen los restos»... mas abajo: «Que murió de veinte años á la edad!» ¡Veinte años! cuando el pié aun vacilante Ponías de la vida en el umbral, Cuando para tomar aliento nuevo Te sentaste un momento á reposar... Y reposaste en ese frio lecho En que se acuesta el mísero mortal, Con la cabeza de la fé en la almohada Y en brazos de la inmensa eternidad.
Cuando no hubiese ninguna inteligencia finita, permaneceria la infinita. Admitiendo que sí, parece que introducimos el tiempo en la duracion de Dios, con lo cual destruimos su eternidad que excluye toda sucesion. Si decimos que á los ojos de la inteligencia infinita la cosa no es pasada, no lo será realmente, porque las cosas son tales como Dios las conoce.
El desprecio y la abyección en que viven las mujeres sin marido le dan desde luego en el mundo una muestra de lo que tendrá que soportar en el otro. No puede considerar el celibato más que como la más terrible desgracia, la única que compromete al mismo tiempo el mundo y la eternidad.
Ella sintió que su ser se diluía en una vaguedad semejante a la que había experimentado en algunos momentos extáticos, así junto a la Virgen en la iglesia de Nueva Pompeya, y le pareció que morir no sería sino prolongar por toda una eternidad la delicia de aquellos momentos. ¡Una eternidad para las manos que le quitaban con tan suave modo los zapatos blancos!
Por eso es con Dios coeterno su Verbo. Ni el amor inefable y divino hubiera brotado nunca en la mente suprema, si de la contemplación del propio Verbo desde la eternidad no hubiera nacido. Débil trasunto, pobre semejanza de tan altos misterios hay sin duda en el fondo del alma humana. Dios, con su palabra, engendró el amor y creó el Universo.
Yo soy solamente el que falto, y yo estoy aquí ahora. Todos los otros que no son venidos al rendez-vous es porque son muertos y en la eternidad de la nada. ¡Ay! suspira la hermana, sin elevar los ojos, contra todas las reglas del bien suspirar . Los de aquí estamos también muertos y miramos el mundo desde la perspectiva de la eternidad. ¡Qué idea! Pero comemos todavía pasteles.
»Creo que en cinco semanas no habré dormido en junto unas cuarenta y ocho horas. ¡Gracias a que muy pronto descansaré por toda una eternidad! »Hoy, cualquiera que viese mi rostro demacrado y mi frente rugosa, no reconocería en mí, a aquel joven apasionado, alegre, lleno de vida y henchido de esperanza hace dos meses. Estoy aniquilado, envejecido; en cuarenta días he vivido cuarenta años.
Y cuando sonó la hora, esa hora misteriosa del cuadrante de la eternidad, otro ilustre moribundo, el general Serrano, anunció en Madrid, a cuantos rodeaban su lecho: ¡El rey acaba de morir en el palacio de El Pardo!
En cuanto á vuestro padre, bien se está allí donde se está; y en verdad y en mi ánima, que si no fuera por vos, ya estaría yo con él. ¿En la eternidad? Decís bien; pero yo me entiendo y Dios me entiende. ¿Estaréis también enamorado y desesperado? ¡Enamorado! no lo sé, pudiera ser. ¡Desesperado! no, porque á mí no me desesperan las mujeres. Soy muy afortunado. O muy pobre.
Así es que, si bien doña Luz, no distinguiéndose en esto de los demás mortales, no pensaba ni sentía todo a la vez, como las causas de su pensar y de su sentir más hondo no tenían punto señalado en nuestro planeta, ni momento marcado en la cronología, los efectos se sustraían también a las leyes de la sucesión y del lugar y parecía que se daban en una eternidad inmóvil.
Palabra del Dia
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